blog de Jorge Díaz Martínez

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viernes, 20 de julio de 2018

Joan de la Vega, En manos del aire



En el reciente número 13 de la revista Paraíso de la Diputación de Jaén aparece mi reseña a la última recopilación poética de Joan de la Vega. Podéis leerla en la propia página de la revista Paraíso o bien directamente en mi perfil de Academia.edu





lunes, 17 de diciembre de 2012

Enclave de poetas en Madrid



Ana Gorría, Jorge Díaz Martínez, Sara Herrera Peralta, Mercedes Gómez, Joan de la Vega, Juan Carlos Mestre, Alberto García-Teresa, Giuseppe (Enclave de libros)

Sábado 15 de diciembre a las 19:00 horas lectura poética de los últimos poemarios Hay una araña en mi clavícula de Sara Herrera Peralta y Transbordo. Poemas del metro de Barcelona de Jorge Díaz Martínez, publicados en La Garúa Libros, y 365 haikus y un jisey, de Joan de la Vega, publicado por Rúbrica Editorial. Presentan Ana Gorría y Alberto García Teresa. Enclave de libros (Madrid)


Suena el despertador. He dormido tres horas, mal contadas. Voy a la ducha. En la estación, aguanto en el arcén porque no quiero subir a ese autobús. Hace años que no hago un trayecto tan largo en autobús. Lo paso mal, la primera mitad del viaje me mareo, me revuelvo, acabo hablando del tiempo con mi acompañante. Es la primera vez que va a Madrid, me dice, y me sorprende. En el descanso me bebo un poleo menta despacio, muy despacio, se acerca un gato naranja con las orejas chatas y me mira esponjoso. Es un gato gordete como un peluche y los viajeros le hacen monerías. La segunda mitad del trayecto caigo profundamente dormido. Solo me despierto cuando mi cabeza alcanza un grado de inclinación peligroso en el pasillo y me enderezo como un muelle para seguir durmiendo. Por el hilo musical ponen el corazón partío de Alejandro Sanz y me acuerdo de Carmen. La llamo. ¿Qué estás en Madrid? ¿Cómo lo sabes? Quedamos para comer. El hostal El Tera está muy bien, mi ventana da a la calle Magdalena, a escasos cinco minutos de Enclave de libros, la librería donde se va a realizar la presentación. Me acerco a visitarla. Los dueños, Pino y Marian, son italianos y muy simpáticos. Veo la edición de Bartleby de la poesía inédita y dispersa de Javier Egea. El otro día estuvo Pedro Ruiz hablándonos de este libro tras la presentación en Córdoba. Lo hojeo al azar, me detengo en un poema. Este poema basta para que decida que el libro merece la pena. Veintidós euros que pago con gusto.




1952

…Un silencio con hedores reposa.
Federico García Lorca

Como un eco caliente
nacimos los más jóvenes
pero aún no se había terminado la guerra.
Nacimos entre flechas y yugos y sotanas y brazos extendidos,
cuando la piel del toro todavía sangraba,
todavía en canal abierto el toro.

Y sangraba la Historia:
la cultura arrancada de raíz de la tierra
puesta al fuego en las plazas
y en su lugar Pemán y el catecismo
y la vergüenza en las estanterías.

Difícil encontrar algún poeta que no estuviera muerto,
subterráneo
o más allá del mar.

Era y es el silencio que impone el vencedor,
la cárcel que mantiene
desde su fortaleza.

Era y es la injusticia.

No termina la guerra donde empieza el terror,
donde sudan las puertas de las casas
esperando tres golpes que las llame en la noche
y la tapia esperando,
y la cunera esperando,
y las caras hambrientas de los que no te volverán a ver.

No termina la guerra donde siguen
las listas negras, los archivos negros,
la justicia temblando en un rincón del sótano,
la libertad sangrando en el barranco
y aquí no canta nadie porque no quiere ése
que preside el silencio desde cualquier despacho.

Todavía en canal abierto el toro.

Como si fueran pocos los muertos que se fueron,
como si fueran muchos los vivos que quedaron.

Javier Egea
Poesía completa (Vol. II) Obra dispersa e inédita
Bartleby Editores


Pino y Marian me enseñan ediciones de poesía cuando me llama Carmen. Quedamos en Sol. Las gitanas vocean su anhelada mercancía. Hay una estatua humana. Mientras espero, pienso cómo lo hará para permanecer inmóvil durante tanto tiempo. Le doy un par de vueltas a la plaza. La estatua sigue igual, ni siquiera se mueve cuando recibe monedas. Su único movimiento perceptible es un plateado parpadeo. Las gitanas igual, vendiendo el gordo. Hay más gente esperando en la entrada del metro. No espero más, me voy. Por fin me llama. Encontramos un sitio en un local donde ya no les queda ese pastel de verdura y le digo a la camarera que yo había entrado precisamente por eso. Me dice que si quiero que me diga un secreto la verdad es que no está muy bueno. Llevaba ni me acuerdo cuántos años sin ver a Carmen. Nos despedimos y me queda el tiempo solo para una ducha rápida, hemos quedado una hora antes para prepararlo todo. Me ducho. Hago una pequeña relajación. Llego un cuarto de hora tarde pero soy el primero. Pino me dice que Joan y Hasier han estado antes. Mi primera impresión es que han llenado la sala con demasiadas sillas. Me pongo a mirar libros. Llega Sara Herrera Peralta, con su familia, y aprovechamos para intercambiar firmas y libros. Me ha traído Sin cobertura y Shock desde París. Me encanta. Llega Joan de la Vega con Mercedes y un rato después entra Juan Carlos Mestre. Su cálida energía se nota inmediatamente, al oído y al tacto. Impresiona. Da buen rollo. Hablo con él brevemente. Joan está nervioso, esperando a que llegue todo el mundo. Pero todo el mundo va llegando: Hasier Larretxea y nuestros presentadores, Ana Gorría y Alberto García-Teresa. También Álvaro Espejo, María González y Ana Castro. Entre tanto, me ha dado tiempo a descubrir otra joya editada también en Bartleby: Libro de jaikus, de Jack Kerouac. Es una edición bilingüe: no soy especialmente un buen lector de inglés, pero estos versitos se deslizan en mi mente como copos de nieve. Es fantástico. Les digo a Pino y Marian que su librería es un peligro y que me lo guarden. Me contestan riendo que ya no me dejan comprar más. Se acerca un chaval que no consigo identificar y me dice ¿Tú eres Jorge, verdad? Te he reconocido por las fotos, estaba mirando los libros del escaparate y te he visto dentro. Es Salvador Galán-Moreu, uno de los poetas que antologué en La vida por delante. Decide quedarse. 

Cuando por fin nos sentamos tras las botellitas de agua el patio de butacas está prácticamente completo.  Me acabo de dar cuenta de que no hay micro. No hay micro, le digo a Ana. Ella mueve la cabeza. Primero, Alberto García-Teresa, de pie, hace una introducción del acto y de La Garúa. Luego habla Ana Gorría, barajando los tres libros en sus manos. Comienza a leer Joan sus haikus, uno detrás de otro: el efecto es el de una catarata de flashes y juegos conceptistas. Me gustan y pienso que quiero leerlos más despacio. Luego llega mi turno. Introduzco los poemas, me esfuerzo en declamar, en que mi voz alcance hasta las últimas sillas. Durante esos momentos, el poema se me hace partitura. Veo a Mestre aplaudir y decir que sí con la cabeza y tengo que hacer un esfuerzo para seguir como si tal cosa. Miro al fondo del pasillo y procuro no pensar en nada más que en los versos. Luego recita Sara. Su turno es especial y todos lo sabemos. Aquí está su familia y sus circunstancias recientes. Empieza bien pero pronto su voz se atraganta y contiene, contiene la emoción y todos la sentimos. Habla con sus abuelos. Tengo que echarme un vaso de agua. Durante unos minutos, toda la sala guarda la respiración. La voz de Sara es un hilo que no se va a romper. Luego leemos cada uno un poema más y se acabó. Vienen las felicitaciones y las firmas, las despedidas y las presentaciones. Se acerca primero Mestre. Le han gustado tanto los poemas que no sé qué decir. También ha venido Rafael José-Díaz, muy agradable: hablamos de todo un poco. Mercedes me dice que es muy difícil sacarme una foto con los ojos abiertos. Luego salimos a la puerta, entramos, pago el libro de Kerouac, nos hacemos la típica foto de grupo, y se forma un corrillo en torno a la lectura de tesis de Alberto García-Teresa, que será muy pronto y trata sobre poesía contemporánea. Luego nos vamos a un bar, donde paso un buen rato hablando con Silvia Terrón. Sara debe marchar con su familia y nos despedimos. Vamos quedando menos y buscamos un restaurante. Ana me habla de Eduardo Scala. Después de mucho deambular y esperar mesa, pedimos ensaladilla rusa, croquetas, calamares y pulpo. Joan y Mercedes han dormido poco, como Ana, que acaba de volver de otro encuentro en Galicia, y como yo. Hablamos mucho de todo. Pasan horas. Cuando llego al hostal ya son las tres. He traído mi saco de montaña. Miro el correo, el Facebook. Por la ventana me llegan los acordes de este sábado noche de Madrid. Me duermo.  


miércoles, 6 de junio de 2012

Luz, alguna parte







Joan de la Vega acaba de publicar Una luz que viene de fuera, un conjunto de poemas en la estela de su anterior La montaña efímera. Ambos libros comparten el gusto por una lírica breve y esencialista y un trasfondo espiritual.

Como contrapartida a la proliferación de poéticas posmodernas, casi siempre nihilistas y materialistas, no son pocos los poetas que vuelven a conectar la temática del tan mareado yo con planteamientos cercanos a diferentes tipos de espiritualidad. Podríamos citar, por ejemplo, los últimos poemarios de los cordobeses Raúl Alonso, Rafael Antúnez, Juan Antonio Bernier, Juan Carlos Reche o Luis Gámez, los cuales, cada uno a su modo, introducen en su poética una preocupación de índole trascendental. Una tradición, la de la lírica mística, que remonta hasta las fuentes más antiguas de la poesía castellana y que representa uno de los modelos ancestrales de la literatura universal, con formulaciones tan diferentes como lo son las de San Juan de la Cruz, William Blake o Walt Whitman, por mencionar solamente a tres grandes autores occidentales.

Pero el libro de Joan de la Vega no nace de una toma de postura estilística, sino vital. Lo cual no quiere decir que sea producto de ninguna ingenuidad literaria, más bien al contrario. El autor es consciente de pertenecer a una línea y es evidente su predilección por ella, pero no condecora sus páginas con infinidad de citas y referencias. Muy pocas y muy marcadas pistas se mencionan: la cita de Wallace Stevens que da título al poemario, un poema de Ungaretti como pórtico, unos versitos de Lao Tse, Li Po, Han Shan y un haiku de Bashô. Suficiente para que, si no bastaran sus poemas, pueda el lector deducir en qué invierte el autor sus horas de lectura. Pero, como decía, no se trata tanto de un compendio de creaciones formales como de un cuaderno de dudas con forma literaria, lo cual lo hace mucho más interesante, desde luego. Si esto fuera poco, los títulos de las dos partes en que se divide el poemario terminan de ofrecernos una acotación inequívoca: “Samsara” y “Las flores del Dharma”.

Y, sin serlo, a lo que más me recuerda este poemario es a un libro de viajes. Un libro donde se toma como excusa –o inspiración- el paisaje de una naturaleza superviviente, pero cuyo periplo sucede en el interior del sujeto. Decía Alberti que para ir al infierno no hace falta cambiar de sitio ni postura. Joan de la Vega encuentra en sus paseos por la naturaleza el sendero perfecto para llegar a sí mismo, o al menos, más cerca de sí mismo. Sus poemas caen como pinceladas sostenidas, sobrias, certeras, simples. Para decir lo que quiere decir no le sobran palabras. Casi podríamos decir que Joan de la Vega practica el haiku libre.Instantáneas que dibujan un recorrido sin centro, las huellas de unos diálogos silenciosos. Y mucha lucidez.



contemplar

medir

la mano del alma


entreabierta

desde una ventana vacía


Una luz que viene de fuera
Joan de la Vega
Paralelo Sur Ediciones, 2012.