domingo, 28 de febrero de 2021
The Wild Iris, de Louise Glück
viernes, 19 de febrero de 2021
Poesía fantástica, de Juan Andrés García Román
Poesía fantástica. Resumen primero (2007-2019)
Juan Andrés García Román
Edición de Erika Martínez y Juan Carlos Reche
Pre-Textos, 2020
Los monstruos
nacen, se miran y se ríen.
Juan Andrés García
Román
En realidad, toda la poesía de Juan Andrés García Román es una monstruosidad, una maravillosa reinvención de códigos preexistentes, como la inauguración de un nuevo género. Su escritura es un oasis para la imaginación ―la técnica y el esfuerzo― y, sobre todo, para la libertad. Libertad para mezclar estructuras y formas de decir musicales, narrativas y dramáticas. Libertad para alterar plásticamente los significantes gráficos, para la creatividad gramatical, para la deconstrucción del repertorio, para la poliglosia intertextual, y un largo etcétera, pero logrando un discurso coherente y homogéneo, como decía Wölfflin del Barroco. De ahí que el título de Poesía fantástica le venga especialmente bien a una antología (pues los monstruos se hacen de pedazos) que recoge fragmentos memorables de los mejores libros del autor.
La edición, a cargo de Erika Martínez y Juan Carlos Reche, se justifica por el hecho de que varios de sus poemarios anteriores, aparecidos en la hoy desaparecida DVD ediciones, resulten inencontrables, y también, no menos importante, para ofrecer al lector desprevenido un resumen lo suficientemente representativo de uno de los mejores poetas del idioma, es decir, de uno de los mejores escritores actuales en lengua castellana. Leer a García Román es contemplar la historia de nuestra literatura. Sus metáforas e imágenes despiertan un destello que creíamos enterrado en la cuneta de aquella Edad de Plata. El asombro versátil de sus versos nos recuerda al de los grandes maestros y los genios ―por ponernos neorrománticos― de nuestra tradición. No quiero dar a entender que se trate tan solo de efectismo e imaginería, al contrario, las composiciones de García Román nos conmueven por la profundidad de su psicología, la visceralidad de su filosofía, la hiperestesia de su erudición.
Una vez dicho esto, yo prefiero, un poco fetichista, las primeras ediciones, el sabor a fruta recién cogida de su tinta. Porque, como a Juan Ramón, tan cerebral, perfeccionista, a Juan Andrés le gusta también mucho corregirse. Las ediciones críticas futuras podrán así contar con abundantes notas a pie de página en sus márgenes. Disfrutemos ahora de esta poesía creciente y multiforme, como un monstruo fantástico.
domingo, 14 de febrero de 2021
Vivir de oído, de Andrés Neuman
Vivir de oído
Andrés Neuman
La Bella Varsovia, 2018
Andrés Neuman es un caso ―escaso en la contemporaneidad― de escritor total. Si como novelista un autor está normalmente abocado a cierta consideración comercial, en Vivir de oído, su más reciente poemario, Neuman dirige el código a una inmensa minoría.
Este libro destaca por su inteligencia, la sofisticación de sus imágenes y la profundidad de un pensamiento ducho en introspección, ese vicio de las mentes en exceso reflexivas que vuelven a pasar por sus circunvoluciones en busca de un error, una tercera lectura o un matiz. En los tiempos de la poética instantánea de Instagram, Andrés Neuman nos ofrece un discurso casi psicoanalítico, que combina digresiones de índole doméstica y fenomenológica, pero siempre a la luz de una retórica culta que a la vez las resigna que decora ―es decir, reproduce su sentido mientras guarda el decoro―.
Esta racionalidad ―digamos, confuciana―
puede parecer fría, cuando es solo el resultado de sostener la emoción con la metáfora.
Y si bien es necesario que el lector participe ―no sé si me explico― no es tampoco
una poesía oscura. De hecho, es bastante biográfica. Tanto así que el leitmotiv
del libro, esa especie de sinestesia musical que lo atraviesa, tiene mucho que
ver con sus raíces. Diría que, pasada la cuarentena (de la edad), Neuman ha dado
a la imprenta su poemario más personal, hasta el momento. Ilustrado y
romántico, con intuición y técnica, tiene la facultad de abrir al sentido las
ideas.
martes, 9 de febrero de 2021
Lejos de Kakania, de Carlos Pardo
LEJOS DE KAKANIA
Carlos Pardo
Ed. Periférica, 2019.
Por Jorge Díaz Martínez
Si Hesíodo tuvo la desvergüenza de poner en hexámetros los trapos sucios de su familia, Carlos Pardo se sirve de los propios para liarla parda en sus novelas, las cuales no debemos confundir con autobiografías, ni con autoficción, ni con la logorreica neurastenia de ciertos best sellers nórdicos. Se trata de novelas de inspiración biográfica, sin ser tampoco el primero que se olvida de cambiar algunos nombres propios.
Dicho esto, no seré muy objetivo al reseñar una novela cuyos personajes están inspirados en personas que conozco, pero apuesto a que Lejos de Kakania será más pronto que tarde una obra de culto ―aunque sea el culto minoritario de unos futuribles lectores de poesía―. No pretendo reducir su público objetivo: el relato rebosa calidad como para encandilar a los lectores más acérrimos de prosa. Sin embargo, la cáustica pintura que nos muestra de las miserias humanas y ridículas que pululan en los mundillos poéticos la hará especialmente morbosa y atractiva para quienes padezcan adicción a la lírica, a lo cual debe añadirse el interés específicamente metapoético de algunos pasajes en concreto. No quisiera alentar la confusión: la intención de Carlos Pardo no era cebarse en la mofa del gremio literario, pues aquí la poesía es casi un accidente de los protagonistas (a modo de aglutinante genitivo), quienes podrían haber sido igualmente músicos o cineastas sin que ello alterase demasiado el fondo de la cuestión.
Sucede que, aunque el narrador interno sea escritor, deambula por un mundo más extenso que el de sus propias quimeras quijotescas ―siendo consciente de ello―. Al igual que acontece en Luces de bohemia, Lejos de Kakania parece el esperpento costumbrista de una época en la que, no solo los escritores, sino tampoco nadie termina de encajar, con la excepción honorífica de algunas mentalidades instaladas en la comodidad de sus simplezas. Leemos el testimonio de una sociedad desmadejada, sumida en sucesivas transiciones y en continuo desencanto. El autor nos ofrece, a su pesar ―pues no cree en generaciones―, el retrato generacional de una promoción poética acomplejada entre la «nueva sentimentalidad» de los ochenta y el individualismo ecléctico de los millennials, que para colmo coincide con la generación X de la sociología.
Si en su segunda novela Carlos Pardo se atrevía a alternar los episodios de dos tramas distintas, en esta tercera insiste en la duplicidad estructural mediante la inclusión de un capítulo transgénero en verso narrativo. Sin ánimo de interpretar este fragmentarismo discursivo, encuentro que uno de los mejores aciertos de la obra reside precisamente en su prosa, esto es, en haber dado en el clavo de un tono narrativo muy cómodo y versátil, un vaivén acolchado pero áspero (como la tapicería de un autobús) que sinápticamente nos remite los detalles externos a su correspondiente correlato interior, un hilo de conciencia que en un intermitente flash back va estirando la trama de una delgada intriga sentimental, dando cabida en ella a multitud de niveles de experiencia, entre los que se cuentan, por su puesto, algunas hilarantes escenas de costumbres contemporáneas. El lector fácilmente puede dejarse llevar por esa voz: tiene ritmo, inteligencia y verosimilitud; un realismo muy poco complaciente, para empezar con el propio narrador, que se muestra a sí mismo vulnerable, parcial, deficitario y al mismo tiempo dueño de una especie de ética personal degenerativa capaz de deconstruir su identidad, y la de la propia novela.
Esta
tinta cargada de ironía se detiene a menudo en las minucias de un vida grosera
y consuetudinaria, en contraste con las aspiraciones artísticas,
socioeconómicas y espirituales de los protagonistas, unos jóvenes aspirantes al
parnaso que disfrutan del encanto de una vida bohemia y descreída mientras
infructuosamente tratan de sostener su economía. Los agentes del campo literario
sabrán reconocerse en esta solapada intimidad, esta vulgaridad sofisticada,
poblada de individuos incapaces de desasirse de su distanciamiento intelectual
para mezclarse sin pretensiones en un magma social al que tampoco quisieran ―ni
pueden― renunciar.
viernes, 5 de febrero de 2021
Marcha por el desierto, de Sandra Santana