blog de Jorge Díaz Martínez

viernes, 19 de febrero de 2021

Poesía fantástica, de Juan Andrés García Román

  


Poesía fantástica. Resumen primero (2007-2019)

Juan Andrés García Román
Edición de Erika Martínez y Juan Carlos Reche
Pre-Textos, 2020

Los monstruos nacen, se miran y se ríen.

Juan Andrés García Román

 

En realidad, toda la poesía de Juan Andrés García Román es una monstruosidad, una maravillosa reinvención de códigos preexistentes, como la inauguración de un nuevo género. Su escritura es un oasis para la imaginación ―la técnica y el esfuerzo― y, sobre todo, para la libertad. Libertad para mezclar estructuras y formas de decir musicales, narrativas y dramáticas. Libertad para alterar plásticamente los significantes gráficos, para la creatividad gramatical, para la deconstrucción del repertorio, para la poliglosia intertextual, y un largo etcétera, pero logrando un discurso coherente y homogéneo, como decía Wölfflin del Barroco. De ahí que el título de Poesía fantástica le venga especialmente bien a una antología (pues los monstruos se hacen de pedazos) que recoge fragmentos memorables de los mejores libros del autor.

La edición, a cargo de Erika Martínez y Juan Carlos Reche, se justifica por el hecho de que varios de sus poemarios anteriores, aparecidos en la hoy desaparecida DVD ediciones, resulten inencontrables, y también, no menos importante, para ofrecer al lector desprevenido un resumen lo suficientemente representativo de uno de los mejores poetas del idioma, es decir, de uno de los mejores escritores actuales en lengua castellana. Leer a García Román es contemplar la historia de nuestra literatura. Sus metáforas e imágenes despiertan un destello que creíamos enterrado en la cuneta de aquella Edad de Plata. El asombro versátil de sus versos nos recuerda al de los grandes maestros y los genios ―por ponernos neorrománticos― de nuestra tradición. No quiero dar a entender que se trate tan solo de efectismo e imaginería, al contrario, las composiciones de García Román nos conmueven por la profundidad de su psicología, la visceralidad de su filosofía, la hiperestesia de su erudición.

Una vez dicho esto, yo prefiero, un poco fetichista, las primeras ediciones, el sabor a fruta recién cogida de su tinta. Porque, como a Juan Ramón, tan cerebral, perfeccionista, a Juan Andrés le gusta también mucho corregirse. Las ediciones críticas futuras podrán así contar con abundantes notas a pie de página en sus márgenes. Disfrutemos ahora de esta poesía creciente y multiforme, como un monstruo fantástico.