blog de Jorge Díaz Martínez

jueves, 8 de octubre de 2020

Armenia, Europa y Artsakh.

 



Hace algunos años, tuve ocasión de preparar una antología de poesía española contemporánea para ser traducida y publicada en Armenia, como así se hizo. Mientras tanto, me pidieron revisar el discurso en castellano que un diplomático armenio iba a pronunciar en unas jornadas o comisión de la UE. En él se insistía en la necesidad de que el genocidio armenio fuera reconocido de una vez. A lo mejor si Europa no llevara cien años haciendo oídos sordos ante estas reivindicaciones, si se pidieran disculpas y se asumieran responsabilidades, ahora mismo no estarían muriendo más personas. Pero esto no interesa. Los pueblos minoritarios nunca interesan.


Os recomiendo seguir las actualizaciones de Virginia Mendoza (www.virginiamendoza.com) para entender mejor este conflicto.

domingo, 4 de octubre de 2020

Este verano he leído algunos títulos de poesía



Este verano he leído algunos títulos de poesía de los que me apetece, como a Borges, presumir. Intentaré mencionarlos por orden arbitrario:

―Hará sol, de Rafael Antúnez Arce. XVIII Premio de Poesía Vicente Núñez. Utopía libros.

Profundo y sintético, indaga en lo inasible del yo, sin dejar de celebrar su dimensión sensitiva y sensorial.

―Cuaderno de flores y otros delirios, de Victoria Mera. Norbanova Cáceres.

Combina textos en prosa poética, transida de emoción, con hermosos collages. En ambos códigos arraiga una misma resilencia expresiva frente a las jugarretas de la vida.

―Shirinami. Olas blancas. Cien poemas japoneses del mar. Teresa Herrero. Poesía Hiperión.

Os remito a la entrada anterior que le dedico.

―García, de Pablo García Casado. Visor.

Una de las voces contemporáneas imprescindibles. En esta ocasión, indaga en las transformaciones de la propia identidad provocadas por la paternidad. Destaca la dimensión política de la sociedad. Como siempre, desde un lenguaje crudo y cotidiano.

―Una paz europea, de Fruela Fernández. Premio “Villa de Cox” 2015. Pre-Textos.

Pertenece al género de libros que detallan, con morriña, la elasticidad de unas raíces forzadas al desarraigo ―o aventura*― laboral del que los firma. Los versos en asturiano pulsan la tecla nostálgica de unos poemas fluidos e ingeniosos, con buen sabor de boca.

―Hasta aquí, de Wislawa Szymborska. Bartleby Editories.

El último conjunto de poemas ofrecido en vida por la Nobel polaca. La editorial añade, para completar, con una entrevista a los traductores. Merece la pena.

No sé si me olvido algo. Seguiremos informando. 

martes, 29 de septiembre de 2020

Shiranami. Olas blancas. Cien poemas japoneses del mar.

Teresa Herrero
Shiranami. Olas blancas. Cien poemas japoneses del mar.
Ediciones Hiperión, 2020.
Las librerías son esos lugares presuntamente condenados a desaparecer que ofrecen la posibilidad de dejarse llevar por el azar de una lectura imprevista, alejada de cálculos, programas y recomendaciones literarias. Ahora incurro yo en el vicio de recomendar el que fuera mi encuentro veraniego, mi enamoramiento poético estival. Esta colección de haikus y tankas japoneses pareciera venir, en mi caso personal, a clausurar un ciclo de escritura, a ponerle la guinda a una costumbre, pues después de todo un curso viviendo en Algeciras, escribiendo poemas a la orilla del mar, con no pocos haikus y algún que otro tanka dedicados a las olas, me encuentro a posteriori con la tradición de referencia, como si me hubiera hecho merecedor de ella, en los estantes de una antigua librería de Córdoba ―la Librería Luque, para más señas. 

Así que el libro liviano me acompañó mis tardes de paseo en bicicleta para hacerme sentir, una vez más, a la orilla del mar, lo que en verdad no estaba tan alejado de la realidad: hasta Córdoba llega el mar, remontando por las aguas del río Guadalquivir, a cuya vera he leído embelesado la transliteración de los versos japoneses, milenarios suspiros llenando de salitre las páginas de esta traducción que hemos de agradecer a Ediciones Hiperión

Lo demás, lo que se debe decir en las reseñas, lo dejo a vuestra curiosidad.

domingo, 20 de septiembre de 2020

A corazón abierto, de Elvira Lindo



Vengo a hablaros de A corazón abierto, de Elvira Lindo (sí, la de Manolito Gafotas). 

No tengo foto del libro porque lo leí en el ebook de mi madre, así que esta la he descargado por ahí. Es la única novela que ha conseguido desengancharme de las redes sociales adictivas en este verano atípico en el que no he viajado. Y, por cierto, también la que me ha decido a adquirir mi propio ebook.

Os la recomiendo mucho. Es del tipo de libros que me gustan, como El mundo, de Juan José Millás, París no se acaba nunca, de Enrique Vila-Matas, El viaje a pie de Johann Sebastian, de Carlos Pardo, o Ramona, de Rosario Villajos. Es decir, novelas de escritores que hablan de sí mismos, de sus traumas, su familia, sus miedos, sus rencores, y a lo mejor así se ahorran (o no) el psicólogo. Aunque Rosario se cambia de nombre en sus ficciones -todo hay que decirlo-, el resto de mencionados no lo hace, ni Elvira tampoco, quien se centra sobre todo en la figura de su padre, como Elektra.

Este libro tiene además el gusto 50% ibérico de abarcar periodos mitológicos de nuestra historia reciente, me refiero obviamente a la Guerra Civil y la posguerra. Y para no alargarme demasiado, concluir que leerla es como sentarse a tomar un café con una amiga a quien por alguna razón se le ha soltado la lengua y ha decido servirte un plato bien colmado de las habas que se cuecen en su casa, o de las que se cocían cuando ella era una niña.

Diréis que esto es lo típico, pero ahí está precisamente el mérito, en escribir muy bien y con encanto un culebrón familiar que de otra forma a lo mejor hubiera sido un rollazo. Y no, lo que pasa es que al final te quedas con más ganas, te da pena que cierren el café, despedirte de ella, de tu amiga, sus cosas, su familia.

jueves, 23 de abril de 2020

El infinito en un junco, de Irene Vallejo

¡Feliz Día del Libro!

Para celebrar este día, los profes de mi instituto hemos querido enviarles a los estudiantes un pequeño vídeo leyendo cada uno un fragmento de algún libro, para hacerles así un poco de compañía y que vean que no les olvidamos. Lo comparto también en mis rrss, porque creo que el libro, y este día, lo merece. 

Se titula: El infinito en un junco, de Irene Vallejo. Es un ensayo divulgativo sobre el origen de los libros, la escritura, las bibliotecas y la literatura. Está cargado de anécdotas, de intertextos de otras lenguas y de fragmentos de la biografía de la propia autora, así que es en realidad de género mixto, un raro espécimen, a colocar en la estantería de los inclasificables, mis favoritos. 

Me lo estoy leyendo a sorbos, con tranquilidad, primero porque quiero que me dure, y porque además está escrito por capitulitos, unos capitulitos que se adaptan muy bien a ese ritmo  espaciado de lectura, ideal para antes de dormir, y que también permite combinarlo con otros menesteres y lecturas, como hacemos los incorregibles.

A pesar de que la denominación "ensayo divulgativo" que le he atribuido no parece anunciar grandes sensaciones, la verdad es que en muchos momentos me emociona e incluso me trasporta a estados de epifanía espiritual. A mí me lo regalaron gracias a una columna de Juan José Millás, en la que lo alababa, y que leyó en el periódico la persona que me lo regaló. Como siempre, unos textos nos dirigen a otros, porque así es el sistema de reproducción natural de la literatura, por esporas. Juan José Millás leyó este libro y escribió una columna sobre él, alguien leyó su columna y me lo regaló. Y yo ahora escribo aquí para que tú algún día también lo leas. 



jueves, 2 de abril de 2020

Quédate hygge en casa





Era todavía el invierno de 2017, yo vivía en Polonia y también, como ahora, en una especie de confinamiento climático y cultural. Durante los meses más fríos del invierno, incluso para los propios polacos la vida se hace dura, y es forzoso pasar la mayor parte del tiempo a cubierto en unas casas, por cierto, muy bien acondicionadas. Entre mis estudiantes se puso de moda la palabra hygge, un concepto escandinavo que viene a referirse a cómo estar a gusto en casa, teniendo en cuenta que vas a pasar muchísimo tiempo dentro. La idea es de sentido común, pero es lingüísticamente reseñable que la acuñación de un término específico para estar relajado entre cuatro paredes, escuchando música, leyendo libros y bebiendo infusiones, provenga de esos países donde la natura empuja forzosamente a ello. Durante aquellos meses de soledad en Lublin, entre mis ocupaciones claustrofóbicas se encontraba la del arte y ensayo del autorretrato fotográfico, de lo cual vino a darse uno de mis fotogramas biográficos favoritos, que titulé Night-time. Viviendo ahora otro encierro tan distinto, acunado por un amable mar, en la costa de Algeciras, pero inmerso también en las repeticiones a las que el confinamiento nos obliga, anoche mismo, sin demasiada premeditación, la homenajee, quiero decir que reproduje la representación de aquella foto. El arte es otro modo de pasar, volverse sobre uno mismo y adentrarse. El arte, más allá de la pericia que cada cual imprima en su destreza, es una dimensión irrenunciable para una confortable hygge life. Por algo se llaman nórdicos los edredones nórdicos, y es que nos lleva centurias de ventaja en esto de sentirse cómodamente encerrados. Así que mucho hygge: esa conceptualización escandinava del bienestar hogareño que tanta falta nos hace estas semanas.




domingo, 2 de febrero de 2020

Salvo el crepúsculo



No recuerdo si fue a los diecinueve o a los veintiuno, cuando decidí esperar para leer a Cortázar. Había en casa, la casa de mis padres, un ejemplar de Rayuela. Comencé a leerla pero me pareció que, si en aquel momento no me enganchaba, si me parecía una prosa espesa y superficial que aparentemente no contaba nada, era porque, debido a mi juventud, no había alcanzado todavía el grado de decepción-necesaria para apreciarla, para consentir en esa acumulación de los detalles mundanos, esa descripción de un devenir sin nudo narrativo, donde la enunciación de las atmósferas era más importante que una trama intrigante, donde la voz lo era todo, porque para mí la voz todavía tenía que contar directamente algo, pero que, sin duda, con un poco de paciencia, cuando hubiera vivido un poco más, me identificaría con esa narración arrastrada, abandonada, adherida a las esquinas de París. Y cerré el libro. Y esperé. Esperé más de diez años para sacar un ejemplar olvidado en los estantes de una fría universidad en el norte de China, a la que había acudido como lector de español. Y entonces sí. Y desde entonces no ha dejado de ser uno de mis autores de cabecera, o debería decir que desde entonces soy, también yo, uno más de sus incontables lectores pertinaces. Pero para no ahondar en el asunto, diré que he llegado incluso a aborrecerlo, como pasa con esa música que escuchas demasiado, o como pasa con esos amigos que necesitas dejar de ver un tiempo (que puede ser toda la vida) pero que no por ello dejan de ser tus íntimos amigos. Así que cuando ayer me encontré con esta supuesta poesía completa no dudé. Y Cortázar está de nuevo en mi cabecera, susurrándome al oído. Qué pesado. 📚

viernes, 17 de enero de 2020

Mis mejores lecturas de 2018 y 2019



No publiqué ninguna lista de mis mejores lecturas de 2018 y la verdad es que he leído muy poquito en 2019. Sin embargo, he tenido la suerte de tener en mis manos algunos libros buenos o muy buenos que no quisiera dejar de mencionar, aunque sea tarde y a destiempo, para contribuir con mi granito de arena a su difusión. Y lo voy a hacer de golpe. Una lista personal, no de crítico ni de recomendador de novedades. Así pues, aquí están, sin más explicaciones (disculpad que no añada la reseña que merecen), solo algunas de mis mejores lecturas de 2018 y 2019. 

Son un recordatorio de mi biografía oculta, esos momentos grabados a fuego en mi dolor, en los que estas lecturas me acompañaron.

La lluvia en el desierto. Eduardo García
Como agua para chocolate. Laura Esquivel
Séneca. La sabiduría del imperio. Alberto Monterroso
El cuadro del dolor. Ana Castro
El jilguero. Donna Tartt
O Futuro. Abraham Gragera
Los rostros del personaje. Francisco Gálvez
Limbo y otros poemas. Ada Salas
El mundo. Juan José Millás
Nueve meses sin lenguaje. David Leo García
Las órdenes. Pilar Adón
En las orillas del Sar. Rosalía de Castro
El don de la fiebre. Mario Cuenca Sandoval
La teoría de los autómatas. Estefanía Cabello 
Ramona. Rosario Villajos
Lejos de Kakania. Carlos Pardo
Justina. Marqués de Sade