blog de Jorge Díaz Martínez

jueves, 27 de octubre de 2011

Primer título de una nueva editorial: Fin de viaje.

 
 
 
 
 






                     http://www.culturamas.es/blog/2011/10/27/primer-titulo-de-fin-de-viaje/






PRIMER TÍTULO DE UNA NUEVA EDITORIAL:
IDA Y VUELTA. ANTOLOGÍA POÉTICA SOBRE EL VIAJE
De BEGOÑA CALLEJÓN



Precisamente ahora, en los tiempos de la nube, del e-book, el blog y el hipertexto, cuando la mayoría auguraba el principio del fin del modo Gutenberg, las veletas parecen revolverse e indicar la contraria: proliferan sin mesura pequeñas editoriales que publican papel, iniciativas humildes e independientes que se sirven de esos mismos medios que iban a enterrarlas para abordar un mercado antes inaccesible y ahora satisfecho de escapar al absolutismo de los grandes sellos. Universo paradójico, sin duda: la temida revolución digital, apenas comenzada, es la que ha popularizado, expandido y descentralizado el polvoriento sistema editorial y, en consecuencia, también la propia literatura. A pesar de las arremetidas de la crisis, que hacen caer no pocas de estas encomiables apuestas (pienso ahora, por ejemplo, en La Garúa) continúan  floreciendo nuevas editoriales y de momento no se le ve la punta a esta tendencia al alza. Mientras, algunas de ellas logran consolidarse como referentes indiscutibles en un tiempo record: El Cangrejo Pistolero Ediciones, Alfa Decay, Editorial Periférica, etc.

El volumen Ida y vuelta. Antología poética sobre el viajelanzado como el champagne que bote el mascarón de la recién llegada Fin de Viaje, parece inspirarse en esa misma descentralización a que me refería. Su autora, Begoña Callejón, defiende el planteamiento plural y anticonformista de su composición como un homenaje explícito  al espíritu iconoclasta de Virginia Wolfe, de quien la editorial también hereda el título.

Haciendo suya la máxima de Lope de Vega, la antóloga reúne bajo una misma tapa a noventa y cinco poetas de toda edad y calaña: canónicos como Brines, malditos como Panero, consolidados como Andrés NeumanElena Medel o Vicente Luis Mora, reconocidos como José Luis PiqueroRaquel LanserosJuan Carlos Abril, Rafael Espejo y un largo etcétera, emergentes como Saray PavónMaría SalvadorPablo Fidalgo, e incluso a absolutamente desconocidos, algunos con propuestas interesantes, como Alfredo Rasines. De esta divergente manera, se ofrece al lector la garantía de unos textos de valía razonable y a la misma vez la probabilidad de la sorpresa. Hay que añadir, además, el atractivo que supone la inclusión de un porcentaje mayoritario de poemas inéditos, como los de María Eloy-GarcíaJuan Andrés García RománAna GorríaErika MartínezLuna MiguelJoaquín Pérez AzaústreRaúl QuintoSofía Rhei o Laura Rosal, entre otros muchos. Mediante este crisol de diferencias, el efecto resultante se acerca al de una lista de reproducción aleatoria y, como tal, la apreciación de sus altibajos dependerá del gusto variable que cada lector pueda encontrar en sus páginas. Por otra parte, hay que reconocer que el hecho de que las noventa y cinco reseñas bio-bibliográficas se incluyan -bajo el título de Registro de pasajeros- como un último epígrafe independiente, deja en el paladar un regusto a revista del corazón, aunque sin fotos.

La virtud escondida de este tipo de compendios difusos, heterodoxos y sin pretensiones, es que la única coartada por la que su lectura se deja acometer es, afortunadamente, la del hedonismo puro.

domingo, 23 de octubre de 2011

Anotaciones sobre la lectura de "Hacerse el muerto", de Andrés Neuman, en Culturamas










http://www.culturamas.es/blog/2011/10/23/anotaciones-sobre-la-lectura-de-hacerse-el-muerto-de-andres-neuman/





Me eché las manos a la mente y escuché un insulto en mi cabeza. Volví al último renglón. No había nada.


Ciertos fragmentos comportan un especial valor, no porque sean extractos de un diario, sino porque el autor de ese diario sabe ofrecernos de él sólo unos pocos diamantes, afilados con verdadera humanidad.


Como una poética dramática, el don de la autointerpretación, “simplemente” capaz de emocionar.


Durante la presentación de la obra, a la que tuve el gusto de asistir, el autor reveló su propósito de superar la orientación hacia un cierre inesperado o deslumbrante, pero lo cierto es que, si bien su acometida es a veces suave como la de una ola rasa acercándose a la orilla, muchos de sus telones son también desbordantes, porque su punto final es falso y su suspense continúa en el lector como una onda expansiva.


Sería absurdo ponerse a detallar la diversidad de estrategias narrativas que vertebran estos cuentos: cabos sueltos a posta, como imitando los cabos que también permanecen sin resolver en la vida, ya que, por regla general, no contamos con un narrador omnisciente que nos dilucide las incógnitas. O si lo poseemos, no parece que hable nuestro idioma.


No pasa nada y da la impresión de que esté todo ahí. Con meritoria puntería, la descripción de una escena intrascendente acierta en los detalles que logran sugerir lo no dicho y encender la tensión sobre ese vacío idílico y primero, ese cero de Propp que es a la vez la madre de todas las historias, los últimos compases antes de la tormenta.


No reír mentalmente, no: reír. Desvergonzado y sabio, este humor solo puede venderlo un pescador.


Ya lo decían los gnósticos: como es arriba es abajo y lo que está fuera está dentro. Penetración psicológica y paradoja social.


Sobre la reivindicación, a que tantos se allegan, del cuento como género noble, más aún que como antólogo, la mejor demostración de Neuman ha sido –ya, más lo que venga- en el terreno de la propia creación.


Sin ser, como es obvio, literatura social, sí que se respira un aire de sorna general, cierto carácter propio de la prosa de Neuman, una ojeada nada complaciente sobre nuestras costumbres, convenciones, neurosis y manías que nos roza el ridículo, sin menoscabo de la absoluta seriedad y dramatismo con que también nos viste en ocasiones, a veces simultáneamente con lo anterior, de manera que se obtiene un efecto muy cercano a lo real.


Se incluye una fantasía de ciencia ficción.


Irrespetuoso desinterés por el desenlace. Se deja en evidencia su prescindibilidad respecto a la construcción previa del interés.


martes, 11 de octubre de 2011

Hacerse el muerto, de Andrés Neuman







Andrés Neuman, Hacerse el muerto, Páginas de espuma, 2011.






Vengo de la presentación de Hacerse el muerto, de Andrés Neuman. Como crónica diré que aquello estaba a rebosar. Era de agradecer, sin embargo, el ambiente calmado y elegante de la intelectualidad burguesa granadina, reunida allí de pleno, sabedora del privilegio que la ocasión suponía. Diría incluso que la concurrencia quiso tener el buen gusto de la justa medida aristotélica: ni sobraron asientos ni nadie quedó en pie. Sólo un ligero apelotonamiento al abrirse las puertas de la sala devolvió a los presentes su dimensión de masa. Fue cosa de un momento. Habríamos más de cien y lo más bohemio que vi fueron los rizos grisáceos de Miguel Ángel Arcas llegando un pelín tarde al palco. Bueno, voy a ir abreviando que al final con los nombres propios me enrollo. Yo lo pasé muy bien: entre las presentadoras, el autor y el cortometraje casi no nos dejaron relatos que leer. Y aún así, o mejor dicho, precisamente por eso, a la salida desembolsé mis quince euros a cambio de llevarme el libro a casa. Como Kant demostró que en cuestiones de gusto son inútiles los juicios, no voy ahora a intentar demostraros el mío, sólo presumiré de que de cuando en cuando me creo capaz de separar la parafernalia circense del objeto. No hay demostración mejor que dejar a la literatura... que dejar que la literatura se demuestre a sí misma. Pues de eso fue la noche. Hay anzuelos que se muerden con gusto.