UNA PIEZA PERDIDA DE NUESTRA MEMORIA
de Rafael de Cózar.
Ediciones En Huida.
Ediciones En Huida es una pequeña editorial sevillana que poco a poco está consiguiendo hacerse un hueco en el competitivo sector de la edición en Andalucía. Su fórmula viene siendo apostar por autores inéditos o semi-inéditos que han venido madurando su poética ante la soledad de sus escritorios sin dejarse arrastrar por premuras o modas. Este sello minoritario acaba de inaugurar, sin embargo, una nueva colección con un primer libro de un autor nada desconocido, Rafael de Cózar. A esta apertura de miras le acompaña un nuevo formato y un cuidado diseño, aspectos nada despreciables para arropar adecuadamente la obra.
Como decía, Rafael de Cózar es uno de esos autores isla que sobreviven inmunes a la tracción de corrientes y mareas desde mediados de los 70, alguien muy familiar para cualquiera que alguna vez se haya interesado por la historia de la poesía visual en España, un poeta heterodoxo responsable, entre otras cosas, del hoy ya clásico ensayo Poesía e imagen. Formas difíciles de ingenio literario, un estudio imprescindible para todo el que se interese por la relación entre artes plásticas y arte poética.
Pero lo que aquí nos trae no es eso, sino la “nueva” obra de este ingenio sevillano. Digo nueva entre comillas, porque lo que se recoge en esta publicación es un libro elaborado entre 1977 y 1980, momento en el que el autor ya había encaminado su poética hacía una vía que mostraba abiertamente su simpatía por posturas experimentales paralelas como las del también heterodoxo Carlos Edmundo de Ory o la poesía visual. Esta querencia por lo plástico se aprecia en unos poemas que en ocasiones incorporan abundantes efectos tipográficos y se acompañan de ilustraciones, además de un último apartado dedicado enteramente a la poesía visual y en color. Así pues, de nuevo poesía e imagen se dan la mano gracias a la labor y, todo hay que decirlo, a la paciencia de este extraño espécimen de poeta. Y, evidentemente, gracias también al compromiso de sus editores.
Pero no es este el único atractivo de unos textos cuyo discurso mantiene todavía la frescura y originalidad de ese anhelo de búsqueda y experimentación que precisamente ahora vuelve a estar de moda. Y es que este es sin duda un libro joven, no puede dejar de serlo. Un libro que después de treinta años conserva una especie de filiación genética, un aire de familia que nos recuerda al afán innovador de la poesía más última, que nos hace pensar que estos mismos poemas podría haberlos intentado alguno de los veinteañeros que ahora mismo se esfuerzan por alumbrar sorprendentes y ácidos poemas.
Es por eso que esta obra tiene todas las papeletas para convertirse en el fetiche del coleccionista, del amante de rarezas, o del joven que pretenda indagar en los hilos ocultos de la tradición castellana. Porque, más que otra cosa, este libro es eso: una pieza perdida de nuestra tradición literaria.