blog de Jorge Díaz Martínez

domingo, 25 de mayo de 2025

El realismo social de Pablo García Casado

 Reseña publicada en Cuadernos del Sur, del Diario Córdoba

https://www.diariocordoba.com/cuadernos-del-sur/2025/05/24/realidad-social-pablo-garcia-casado-117665734.html


CADA UNO ES MUCHA GENTE

Pablo García Casado

XLVIII Premio Ciudad de Burgos

Visor Libros (2025)

 

Por Jorge Díaz Martínez

 

Pablo García Casado siempre ha sacado poesía de donde pocos la buscaban: una estación de la ITV, el mitin de un partido, una reunión de trabajo, un programa deportivo o el monólogo interior de un viajante de comercio. Aunque a priori no deberían considerarse unos espacios como más o menos poéticos que otros, lo cierto es que estas elecciones dotan a su escritura de un realismo aún más exacerbado, no tanto por los escenarios en sí como porque el autor integra el sociolecto lleno de tales entornos en una estructura formal innovadora. La fórmula original de García Casado da lugar a un modelo textual característico, de su cuño y letra, que encontramos de nuevo repetido, en poemas de mayor extensión, en Cada uno es mucha gente, el único de sus títulos publicado gracias a conseguir un premio de poesía, el Ciudad de Burgos.

Como siempre, García Casado nos ofrece un conjunto de poemas de realismo social en el que se alternan las voces de distintos personajes. Sin embargo, en esta ocasión se trata, seguramente, del más lírico de sus libros, en el sentido de que aquí el autor se incluye a sí mismo como objeto de escritura. La técnica literaria atesorada a lo largo de años en los márgenes del canon, ese tipo de poema inconfundible que huye de los metros pisoteados y de las retóricas manidas, es puesta aquí al servicio de la propia intimidad del escritor, sus espacios urbanos y su flujo de conciencia, lo cual tiene como efecto secundario que éste sea también el más cordobés de sus libros. Las planicies norteamericanas se han sustituido por el barrio de Santa Rosa.

La poesía de García Casado ha evolucionado desde el ritmo visual de Las afueras (1997), pasando por el versículo largo de El mapa de América (2001), hasta el discurso en rectángulos de todos sus siguientes títulos: Dinero (2007), García (2015) y La cámara te quiere (2019). Pero, más allá de esta expansión superficial, en el fondo su poética sigue fiel a sí misma. Su débito manifiesto con la obra de Raymond Carver, uno de los principales representantes del realismo sucio norteamericano, se aprecia tanto en sus recursos expresivos (la frase corta y directa, tendente al minimalismo, y el ritmo entrecortado) como en su centro de interés: los sustratos menos favorecidos de nuestra sociedad y una mirada cruda hacia las relaciones humanas, teñidas por sistema de interés mercantilista, como el motivo del comercio sexual, al que dedica la novela La madre del futbolista (2022), o acartonadas por su mecanización. A esta paleta se añade, a partir de García, la temática de la paternidad.

              En definitiva, Cada uno es mucha gente es una obra coherente con la línea estética de un autor acostumbrado a que sean otros los que hablen en sus versos, pero también su libro más cercano y personal. El artífice de voces y escenarios se ha colocado a sí mismo delante de la cámara.

  

Foto: Jorge Díaz Martínez

 

 

domingo, 13 de abril de 2025

La comedia de la carne, de Carlos Pardo

 Reseña publicada en Cuadernos del Sur, del Diario Córdoba

https://www.diariocordoba.com/cuadernos-del-sur/2025/04/12/comedia-carne-116256912.html



LA COMEDIA DE LA CARNE

de Carlos Pardo

La Bella Varsovia (2025)

Por Jorge Díaz Martínez

 

En los diez años que median entre la publicación de sus dos últimos poemarios Carlos Pardo se ha afianzado en su faceta de narrador, sumando ya tres novelas. ¿Puede ser, por tanto, casualidad que «La comedia de la carne»  (2025) sea el más narrativo de sus poemarios? Los vasos comunicantes que vinculan ambas caras de su producción literaria apuntan a una misma voz autorial e inconfundible dentro del panorama editorial en castellano. De hecho, sus últimas entregas, independientemente de su género, señalan conjuntamente hacia lo mismo: el deterioro y la caducidad de las relaciones más íntimas del locutor protagónico, ya sean éstas las de su familia de origen, retratadas a través de la enfermedad de unos padres en absoluto idealizados, o las de su familia de destino, esto es, las de amor y de amistad.

En este nuevo título, Carlos Pardo nos presenta la narración poemática, con sus correspondientes analepsis y tangentes insertadas, de un proceso de ruptura de pareja de tinte intelectual (como W. A. en Annie Hall) desde una perspectiva auto paródica que trasluce, a veces expresamente, una crítica social a las formas de amar tradicionales, monógamas y tóxico-dependientes. No es este el cancionero de un varón uniforme y sobreprotector, sino la retahíla de un sujeto lírico masculino sensible pero alérgico a las enajenaciones del amor posesivo ―u obsesivo, el cual queda relegado al territorio de la elucubración preadolescente. Su escritura basada en hechos reales subraya sobre todo la dimensión de constructo ficcional de esos lazos viscerales con los que parcheamos una cierta supuesta identidad.

En «La comedia de la carne» Carlos Pardo se rompe la camisa, se libera por fin del consabido corsé del endecasílabo, del poema redondo con cierre argumental. Sin embargo, su voz es la de siempre, reconocemos su acento descreído, es la voz del que indaga en su «pringue emocional» desde una disección de las pasiones que resulta, en este caso, si cabe, aún más afilada, colocándonos delante de las narices algunos rasgos reflejos en los que no quisiéramos reconocernos. La caricia a contrapelo de un racionalista que va desmenuzando la nostalgia como quien ralla queso parmesano… para reconstruirse después desde un timón analítico del ser sentimental. Por supuesto, encontramos fragmentos claramente metapoéticos en su discurso amoroso: «Transformar en belleza el mal gusto común/ que nos es natural a los humanos». Y, como en todos sus libros, hay también un poema dedicado al onanismo.

En definitiva, Carlos Pardo pega un volantazo en su trayectoria poética, prescindiendo de vicios estructurales y dotando al índice de sus versos de un sentido de trama novelesca de la historia de desgaste que nos cuenta. Como rasgo distintivo, destacaría el recurso, para nada novedoso, suavizante del humor. Y en Carlos Pardo es todo muy de humor, pero corrosivo.

 

 

miércoles, 26 de febrero de 2025

Preguntas y respuestas, con Juan Antonio Bernier

 Entrevista con Juan Antonio Bernier, publicada en Cuadernos del Sur, del Diario Córdoba

https://www.diariocordoba.com/cuadernos-del-sur/2025/02/22/juan-bernier-114477938.html 



EL TIEMPO DE J. A. BERNIER

Juan Antonio Bernier (Córdoba, 1976) es poeta, traductor, profesor, cineasta y gestor cultural. Ha recibido premios como el Ojo Crítico de RNE, el Premio Nacional al Fomento de la Lectura y el Manuel Alcántara.

JORGE DÍAZ MARTÍNEZ

¿Influyó su apellido en su decisión de hacerse poeta?

Mi inclinación fue absolutamente natural, mi decisión de dedicarme a la literatura sí estuvo muy afectada por el hecho de que existiera un precedente familiar de éxito.

¿Diría que eso le ha beneficiado?

Sí, sin duda, es un apellido sonoro y que conlleva una serie de connotaciones normalmente positivas. Por otra parte, me ha supuesto una gran responsabilidad. Yo he construido mi nombre desde algo preexistente y eso genera una serie de turbulencias tanto en tu propia visión sobre ti mismo como en la visión que los demás tienen de ti.

Su poesía adulta nació a caballo entre Cabra y Sofía.

Pues sí, es una poesía hecha desde la periferia. Primero en Córdoba, luego cuatro años en un pueblo de la Subbética y otros cuatro en los Balcanes. Cuando vivía en Cabra o en Burgás, no me relacionaba absolutamente con nadie del mundo literario. De mi libro «Árboles con tronco pintado de blanco» no hice ninguna presentación en España.

Aunque, cuando uno está fuera, sus lecturas le traen de vuelta.

Totalmente, la lectura más intensa que he hecho de «El Quijote» fue a -20º, rodeado de nieve, en Sofía. En ese silencio uno puede enfrentarse con cuestiones que son, además, muy espirituales, que tienen que ver, más que con el género o la disciplina literaria, con la vivencia real de la literatura, con la forma en que la literatura te afecta en tu forma de estar en el mundo.

Mucha gente descubre que es española cuando se va fuera.

No solamente he descubierto que soy muy español en el extranjero, sino también muy andaluz. Que no es una cosa que yo la piense todos los días, pero es pasar de Despeñaperros y constantemente me lo recuerdan.

¿Y su relectura de la lírica medieval?

La intensidad de esa lectura de «El Quijote» fue paralela a la de releer toda la poesía española desde los primeros vagidos de la lengua, que son los de la lírica tradicional de tipo popular. Lo que hice fue una relectura en clave posmoderna de la lírica tradicional, su fragmentariedad, cierta imperfección anticlásica… muy guiado también por la canción intelectual de Juan Ramón Jiménez, que hizo una lectura menos folclórica que la de Lorca y Alberti, y yo he seguido ese camino.

No le tembló el pulso a la hora de reintroducir la rima.

Estaba proscrita completamente. Pero, para mí, cualquier opción, aunque se inscriba en la poética dominante, es una opción fracasada. Puede que luego ese fracaso no sea tal, pero yo siempre parto del fracaso. Eso me libera muchísimo.

¿Se considera un poeta tradicional?

Me considero un escritor que hace poesía de autor. Autor es quien consigue imprimir una serie de rasgos que lo hacen inconfundible y difícil de imitar. Para mí son pocos los poetas autores. Más que ser moderno o tradicional, me interesa escribir una literatura en la que me reconozca plenamente.

Se le señaló también como «neosimbolista».

En realidad, lo que se quería señalar era mi influencia de la poesía de Luis Muñoz. Luis Muñoz ofrecía, a finales de los noventa, algunas formas de salir del laberinto de la poesía experiencial, realista, en la que nos habíamos educado, y el simbolismo era una de ellas, no la más extrema precisamente.

¿Cómo se incardina el pensamiento lógico y la plasticidad de la imagen en su poesía?

La imagen plástica tiene una importancia capital, porque pienso en imágenes, más que en ideas. De hecho, mis libros se han caracterizado por la ausencia de ideas, lo que hay son demostraciones estéticas de las ideas que subyacen. Solamente a partir de «Fruto previo» he empezado a expresar ideas. Con anterioridad, son afloraciones del pensamiento a través de imágenes plásticas y sonidos. En mi poesía, el pensamiento es, más bien, un pensamiento asociativo, ni lógico ni antilógico, sino de otro orden.

¿Qué significa «Fruto previo»?

Proviene de un verso: «Fruto previo a su flor/ mi odio reflexivo». Es un ejercicio de violencia, porque en el ciclo de la naturaleza lo normal es que la flor preceda al fruto, mientras que aquí es el fruto el que precede a la flor. Lo resumiría en un ejercicio de violencia verbal que contraviene lo que es habitual en la naturaleza y un rechazo moral de cómo se obtienen resultados. Es una expresión irracional también, porque normalmente la relación entre un sustantivo y su atributo, o entre sustancia y accidente, imita los procedimientos de la naturaleza, pero en la poesía es posible pervertir esa relación especular. Normalmente no nos cuestionamos esas relaciones, pero incluso lo que se nos ha dado de forma natural es cuestionable, si no nos satisface. Entonces, lo que hay es una protesta honda, una especie de revelación, pero también de rebeldía.

¿Cómo ha influido su labor docente en su poesía?

Me ha ayudado a tener los pies en la tierra, me ha salvado de encerrarme en la torre de marfil. Y también, estar en contacto con niños y adolescentes, año a año, es una gran fuente de inspiración, te posibilita estar cerca de una pureza renovada. Es exactamente lo mismo que me atrae de la poesía popular de hace mil años, lo que está en el albor.

¿Y «Breves erizos verdes»?

Algo que tienen en común los estudiantes de secundaria y las personas que no tienen un trato directo con la poesía es que siempre me preguntan las mismas cosas, qué es un poema, para qué sirve un poema… y «Breves erizos verdes» fue mi intento de contestar de la manera más llana y personal posible a esas cuestiones.

En algunos poemas se apunta el tema de la trascendencia.

Para mí es una cuestión trascendental, nunca mejor dicho. Eugenio Montale decía que el poema es escala hacia Dios y, bueno, la experiencia más directa de la divinidad que yo haya podido tener ha provenido siempre de la naturaleza y del arte. El arte es una especie de trampolín. El arte y la poesía, para mí, tienen esa función, y es algo que comparto con poetas como Rafael Antúnez y Raúl Alonso. Y es algo que, al igual que la rima, cuando lo he puesto en práctica tampoco estaba de moda, no era posmoderno. Es arriesgado, sí, pero el tiempo de la conversación es limitado, si no lo empleamos adecuadamente, mejor que conteste una inteligencia artificial.

¿A cada época le corresponde un tipo de poesía?

La estética del momento es una construcción que se realiza siempre a posteriori. Lo que hay es una conversación exaltada entre distintos creadores. Cuando era más joven, sí creía que el trabajo de un artista era descubrir cuál era la estética de su momento. Ya no comparto esa opinión en absoluto.

¿Quién queda, si se le quita la etiqueta de poeta?

No me veo a mí mismo como un poeta. Lo soy, evidentemente, igual que soy profesor, igual que soy español, igual que tengo el nombre que tengo, pero en realidad todo es mucho más sencillo. Si hubiese tenido otro medio de expresión a lo mejor no sería poeta, habría sido artista, eso seguro, pero la poesía es un accidente, no está en mi ADN, aunque haya gente que piense que sí, sólo porque me llame J. A. Bernier.


Juan Antonio Bernier, diciembre de 2024.
Foto: Jorge Díaz Martínez



domingo, 1 de diciembre de 2024

Annalisa Marí Pegrum traduce a Lenore Kandel

 Reseña publicada en Cuadernos del Sur del Diario Córdoba

https://www.diariocordoba.com/cuadernos-del-sur/2024/11/30/erotismo-lenore-kandel-112147234.html



EL EROTISMO SAGRADO DE LENORE KANDEL

 

Follar con amor

Autora: Lenore Kandel

Editorial: Torremozas, 2024

Traducción: Annalisa Marí Pegrum

            JORGE DÍAZ MARTÍNEZ

            En los últimos años, han aumentado en el mercado editorial español los estudios y antologías dedicados a la Beat Generation. Esta tendencia viene a revalorizar a uno de los movimientos o grupos literarios más influyentes de la segunda mitad del siglo veinte, a ampliar la nómina de sus autores más conocidos y, por añadidura, poner de relieve el papel de las escritoras en dicho movimiento, las cuales, como es habitual, no habían recibido por parte de la crítica suficiente atención. A esta labor dirige sus esfuerzos la poeta, profesora, dinamizadora cultural, madre múltiple y, por si esto fuera poco, antóloga y traductora Annalisa Marí Pegrum. A ella le debemos la antología Beat Attitude (Bartleby, 2015), así como sus traducciones de Dorothea Lasky, Joanne Kyger, Diane di Prima y, ahora, Lenore Kandel.

            Bajo el título de Follar con amor, esta antología bilingüe nos presenta el erotismo místico de Kandel, precedido por una sucinta introducción que nos da cuenta de las claves biográficas y literarias de la autora, además de un proemio firmado por la propia Kandel en San Francisco en 1967. Su poesía comparte con su generación una escritura de flujo de conciencia, una actitud vitalista y contestataria frente a las directrices de la sociedad norteamericana más conservadora, el influjo de la espiritualidad oriental y el idealismo crítico del movimiento hippie; pero nadie brilla tanto como Kandel en el canto sin tapujos de una sexualidad sagrada y desbordada, hasta el punto de que su primera publicación, The Love Book (1966), fue acusada de pornográfica y retirada de las librerías, teniendo que enfrentar cargos por obscenidad. Como indica Annalisa Marí Pegrum, su poesía “trataba del placer femenino y heterosexual en un momento en el que se suponía que las mujeres no debían expresar tales sentimientos”. La falta de autocensura de Kandel respondía a un principio poético que podríamos resumir, citando de nuevo a la antóloga, como “la muerte de la hipocresía”, el cual guardaba no poca relación con su práctica del budismo zen. En palabras de Lenore Kandel: “Cualquier forma de censura, ya sea mental, moral, emocional o física, ya sea de dentro hacia afuera o de afuera hacia adentro, es una barrera contra la conciencia de uno mismo.”  

Lenore Kandel se retiró al silencio tras un grave accidente de moto en 1970. Sin embargo, sus poemas de juventud, medio siglo después de su publicación, mantienen encendida su viveza, su sorpresa, su capacidad de conmovernos e incluso de epatarnos, además de ofrecernos un modelo literario alternativo al de las prácticas escriturales eufemísticas que saturan el mercado editorial. Honestidad brutal, tanto para escribir como para callar.

domingo, 27 de octubre de 2024

La primera novela de Pablo García Casado: La madre del futbolista

 Reseña publicada en Cuadernos del Sur, del Diario Córdoba.

https://www.diariocordoba.com/cuadernos-del-sur/2024/10/26/madre-futbolista-110413849.html


Pablo García Casado

LA MADRE DEL FUTBOLISTA

Visor Libros, 2022

 

Por Jorge Díaz Martínez

En una antigua entrevista, Pablo García Casado declaraba no disponer del músculo necesario para escribir narrativa. Años después, el poeta, tantas veces acusado de excesivo prosaísmo ―su poesía siempre ha levantado ampollas y envidias―, ha terminado por darle el gusto a sus críticos, demostrando al mismo tiempo que no llevaban razón. Su primera novela, La madre del futbolista, está lejos de incurrir en los vicios estilísticos en los que suelen caer los poetas metidos a novelistas. Cierto que su poesía ya venía depurada de retóricas manidas ―en favor de una sintaxis cuasi cinematográfica― e incluso que esta novela bien podría interpretarse como un poema expandido ―a partir de unos versos anteriores―, pero aquí el escritor mete un cambio de marchas diferencial: una prosa rasante que no se separa un centímetro del suelo, sin insomnes monólogos de interior ni intrincadas figuras de expresión, llevada con suavidad por un narrador omnisciente, pero no del todo ausente, que se asoma en incisivos adjetivos e integra en su textura la mirada de los protagonistas, a quienes conocemos ―un poco al modo del iceberg de Hemingway― a partir de sus acciones objetivas y puntuales diálogos de clase media baja.

La obra recolecta las principales obsesiones que el autor ha ido diseminando en sus poemarios: el decorado humano de las urbanizaciones de extrarradio ―símbolo de los márgenes del canon literario y del canon social―  en Las afueras (1997); los viajes de carretera y «ese niño de 11 años que descubre a su mamá/ en un vídeo acompañada de otros hombres» en El mapa de América (2001); la precariedad económica en Dinero (2007); las cuestiones parentales en García (2015) y el submundo de la pornografía en La cámara te quiere (2019); además de su conocida afición futbolística.

Citándolo de nuevo, la vida que nos muestra es la de «un telefilme de bajo presupuesto» donde la progenitora que da título a la obra escapa como puede de unas turbias relaciones familiares, laborales y conyugales, donde la amistad se cimenta en base monetaria y una chapucera productora pornográfica comparte página con corruptelas político-inmobiliarias. En este entorno opresivo, la madre protagonista sobrevive a contrapelo con la mayor dignidad asequible, sin pájaros en la cabeza ni más preocupaciones que llenar la nevera. Sus breves lapsos de alivio coinciden, curiosamente, con el ambiente sórdido del sobresueldo erótico al que tanto sus apuros económicos como su necesidad de salirse del tiesto la empujan. 

domingo, 13 de octubre de 2024

Entrevista con Nuria Ortega Riba

 Entrevista con Nuria Ortega Riba, publicada en Cuadernos del Sur, del Diario Córdoba, el 12 de octubre de 2024. 


Nuria Ortega Riba
Fotografiada por © Jorge Díaz Martínez


domingo, 25 de febrero de 2024

Criaturas del momento, de Rafael Espejo.


Después de toda la vida leyendo Cuadernos del Sur (en la época de la prensa de papel, se apilaban en mi cuarto adolescente), la casualidad ha querido que publique en ellos, por primera vez, una reseña. Ciertamente contento de escribir en el suplemento cultural que leía de pequeño, en el periódico de toda la vida de mi ciudad natal.

Podéis leerla en el sigiente enlace:

Reseña de Criaturas del momento, de Rafael Espejo, en Cuadernos del Sur.



miércoles, 20 de diciembre de 2023

Xavier Guillén: poesía domesticada

Acaba de aparecer el número 23-2 de la revista de estudios lingüísticos y literarios Studia Romanistica, de la Universidad de Ostrava, al que contribuyo con un artículo sobre el último poemario de Xavier Guillén, Amo de casa (Pre-Textos, 2021), precedido por una muy escueta introducción sobre la línea de escritura en la que se sitúa, es decir, la de los continuadores de la poesía de la experiencia. El artículo está destinado, especialmente, a cualquiera que tenga el más mínimo interés por la poesía española y peninsular de las últimas décadas, además de otras cuestiones de poética general. Os dejo aquí el enlace al número completo de Studia Romanistica y también al del artículo exento en mi perfil de academia.

https://ff.osu.eu/studiaromanistica/current-issue/

https://www.academia.edu/111945555/Xavier_Guill%C3%A9n_poes%C3%ADa_domesticada

miércoles, 4 de octubre de 2023

La semilla y el corazón. Antología de poesía japonesa.

 




La semilla y el corazón. Antología de poesía japonesa.
Traducción de Teresa Herrero
Versión en castellano de Juan F. Rivero
Introducción de Juan F. Rivero
ALBA poesía (2022)

Este es uno de los libros que mejor me ha acompañado en los últimos meses. Lo he leído a la orilla del Darro, primero los poemas y luego la introducción. Se trata de una antología que abarca nada más y nada menos que mil trescientos años de poesía --lo cual es más edad de la que tiene el castellano, si contamos a partir de las Glosas Emilianenses--. Mi forma de disfrutar de esto objeto bilingüe creo que pega bastante con el espíritu que se le presupone a la escritura de haikus: no leerlo del tirón, sino a ratitos, sobre todo a la orilla de un riachuelo, a la hora del paseo, entre partida y partida de ajedrez, entre conversaciones y otros libros, entre fotografías. Respecto a su introducción, un excelente trabajo, la he dejado bastante subrayada: de manera sintética y sucinta nos presenta los hechos principales de la literatura japonesa en general y de la escritura de haikus en particular, deteniéndose en sus fundamentos filosóficos, estéticos e históricos. En resumidas cuentas, una joya, ya de mi biblioteca. Una joya que tiene la virtud, además de lo ya comentado, de dejarte con hambre, de abrir el apetito. Por lo tanto, seguiremos leyendo y escribiendo, entre otras cosas, haikus, tankas y rengas.  

miércoles, 13 de septiembre de 2023

Pureza, de Irene Domínguez. Accésit del Premio Adonáis 2022

 Reseña publicada en Culturamas el 13 de septiembre de 2023


Al morder un tomate de verdad, un tomate de los de antes, de los que saben a la infancia, me acordé de este libro titulado Pureza, de Irene Domínguez. El solo hecho que acabo de referir, por más que subjetivo, me valió como indicio irrefutable de su fuerza, de la huella que dejan sus imágenes, y está también el hecho de que fuera accésit del Adonáis en 2022. Así que volví a leerlo este verano: me gustó porque cita a Camarón de la Isla, pero también a Eugenio Montale y porque de pequeño a mí también me marcaron las canciones de Antonio Machado.

El poema «La torre, el caballo y el alfil» se refiere a un grupo de inmigrantes que cada domingo entrena en un gimnasio algún arte marcial dentro de un cuadrilátero. La escritora se suma a su sudor exiliado porque alguien le dijo que allí ella también podría honrar sus apellidos. No sólo este poema, sino todo el libro gira en torno a la cuestión de las raíces, los lazos familiares, los amores cursados y cómo reconocerse en alguna identidad. Para ello, Irene Domínguez toma de leit motiv el término pureza, una cierta y ambivalente pureza. Desde la primera hoja, la pureza se imprime en primer plano y en este poema en concreto adopta la figura de una gota de sangre de inmigrante: «Son tan puros como la sangre que salta en un golpe seco».

Como tantos poemarios primerizos, Pureza está cuajado de trozos de la infancia, explora los lugares comunes de su pérdida y su metamorfosis (que no se detiene nunca) en una sucesión de primeras personas superpuestas. De ahí que se divida en Matrioska I, II, III, IV y V. La voz de Irene Domínguez rompe los estereotipos ―ya cascados― del género social, le gusta jugar al fútbol y el boxeo sin que ello implique merma de su feminidad. Rebosa de amor paterno. Hay tantas cosas implícitas que se dicen como quien no quiere la cosa… como, por ejemplo, el tema del oficio de la literatura como una profesión de incertidumbres, como una artesanía sobre arenas movedizas:

Mi padre fue albañil y mi abuela costurera.
Si hubiese atendido a sus oficios
sabría cómo arreglar mi vida.
Ahora me veo artesana de mí,
tratando de meter todas estas matrioskas en una sola.
Pero mira tú qué desastre.
Dentro de mí sale una,
y otra,
y otra…

Como decía, como tantos «poemarios de construcción», estas páginas abordan el pasaje entre infancia y juventud, la amistad y los juegos ¿inocentes? como pompas de jabón y la amistad y los juegos abiertamente sexuales, pero igualmente efímeros y frágiles como pompas de jabón. La poeta insiste en esa herida, ahonda en los distintos pretéritos cutáneos subrayando la fricción, la rozadura. Compone con la fórmula del lenguaje directo del habla popular ―incluyendo vulgarismos― con técnica filóloga. Su conjunción de verso coloquial y retórica lírica continuamente entrega locuciones de tierna intensidad, aumenta la emoción, la gracia del poema y su teatralidad. Hay patios de recreo, cadenas de bicicleta que se rompen y muchos besos en la frente. Hay incluso un poema que alberga un cuento maravilloso dentro ―de los que le gustaban a Vladimir Propp―, si bien la mayoría incorporan en su propia sintaxis esa magia.

Tu beso en la frente calmó todo movimiento
y me cosió a la vida con la aguja e hilo
que una vez sostuvieron todos los que me amaron.

Retomando el hilo: si asumimos la básica asociación entre infancia y un concepto inasible de pureza ―o de inocencia―, tenemos que su pérdida resulta paradójica, pues, como anuncia la cita que abre el libro: La pureza no se puede perder nunca cuando uno la lleva dentro de verdad. Por eso, viene que ni pintada la imagen de las matrioskas. Como diría Zygmunt Bauman, la protagonista de estas páginas habita una identidad líquida. Porque ¿quién no conserva en su interior una pizca, ni aunque sea un retazo de su infancia?

No me reconocí en las fotos de aquella niña.
Esa mirada guardaba la inocencia
que a mí no me quedaba, esos ojos negros
y esa sonrisa sin dientes que ya no tengo.

En sintonía con lo ya comentado, otro rasgo de carácter de este libro es su combinación de lo que tradicionalmente se ha llamado alta y baja cultura. Por ejemplo, el poema titulado «Kim K. acaba de compartir una publicación» se encabeza con una cita de Britney Spears (You want a piece of me) y otra de Santa Catalina de Siena. El vínculo que las une, el conflicto que encarna este poema no es sino la problemática de saberse sujeta (u objeto) de deseo para una pluralidad en masculino. Y lo hace desde una postura (si cabe, más) abiertamente feminista, en el sentido de que su voz se declara una más de una comunidad o tribu histórica, mientras que en la mayor parte de los poemas prima un prisma personal ―aunque lo personal, ya lo sabemos, sea también (o más) político―.

Vosotros queréis un pedazo de mí,
cuando me veis sola y hecha añicos,
pero yo no soy sólo yo.
Pertenezco a una raza que ya existe,
de muñecas rusas fabricadas por artesanos
que las multiplican con variaciones
(medalla de oro, pecho blanco, mejillas rosas…),
y que todo el mundo desea abrir,
todas con un nombre distinto tallado,
todas con algo familiar en la mirada.
Vosotros queréis un pedazo de mí,
saquear mi cuerpo igual que Borchardt Nefertiti.
Por eso me corté las tetas
y os las ofrecí en una bandeja de plata.
El dolor me convirtió en Catalina.

Tanto esta problemática como este posicionamiento reaparecerán, de nuevo, en lugares tan significativos como el último poema:

A veces incluso piensan
que no queremos ser mujeres
por pura aprobación masculina,
mientras simplemente deseamos
amputarnos de forma leve y sofisticada
para que dejen de mirarnos.

Con todo, el tono general que brilla en estas páginas es la celebración ―aunque sea melancólica― del impulso de la vida, con todo su repertorio de emociones gozosas y dolosas. La poeta acierta a retratar tanto la frescura juvenil: «¿Qué hice anoche? No me acuerdo. Tal vez me besé con todos/ mis amigos en la boca.»; como la crudeza de los rescoldos que se apagan: «Escribo y callo./ Y tú alargas el tiempo entre mis cortas respuestas/ para sentir que hablamos mucho más.». Se me ocurre que si Ricardo Molina hubiera nacido en el 96, tal vez escribiera versos como estos, que rebosan a la vez dulzura y decepción:

Tal vez sí nos conocimos, de otra forma,
cuando tímidamente bajabas la cabeza
y tú tenías novia y yo seguía perdida
entre amantes con novia también.

El pasado es irrecuperable, pero nos acompaña. El penúltimo poema (sin título) empieza con una intertextualidad ―no sé si hace falta decirlo― del famoso versículo de Dámaso Alonso: «Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres». En su lugar, Irene Domínguez pone: «Madrid está lleno de señores con barba que miran periódicos». Sin embargo, a lo largo del texto predomina no tanto esa dimensión social ―la presencia de un pasado común que la protagonista desestima y envidia al mismo tiempo―, como el solapamiento de su propio pasado personal: el áspero contraste que ocasionan sus ―relativamente recientes― recuerdos por Madrid frente a la Irene distinta que es ahora. Habiendo tantísimas obras literarias y cinematográficas que reiteran este recurso, su eficacia depende ―como es obvio― de cada ejecución; y en este caso destaca el estilo diarístico de un presente voraz, imperativo:

Hablamos, y veo en su cara
un gesto que ya no conozco
pero unos ojos que me siguen queriendo.
Ya ni siquiera siento rencor de que se fuese con otra.
Hablaría más, pero he quedado
con Guille por la tarde
y voy muy mal de tiempo.

En conclusión, Irene Domínguez tiene eso que los comentaristas deportivos llaman garra. La técnica de su obra, su conciencia literaria, alienta al mismo tiempo una profunda honestidad (ideológica, biográfica y) sentimental, y eso se nota. Así pues, un accésit muy merecido para una autora que ha logrado cuajar un estilo personal, con soltura, coherente y conseguido y, por ende, acorde con su tiempo, es decir, con el espíritu ―el habitus, la sensibilidad― de su generación. Aunque en lugar del accésit, igual hubiera merecido el premio, pero claro. Esperaremos con ganas su siguiente título. Léanla, en serio.

Vamos a comprar casas que no podemos permitirnos,
vamos a pasar la mañana en tiendas de muebles
pensando en comprar estanterías
donde mezclar todos nuestros libros.

viernes, 18 de agosto de 2023

La educación física, de Rosario Villajos, Premio Biblioteca Breve 2023

 Reseña publicada en Culturamas el 18 de agosto de 2023.


Leída y subrayada La educación física, de Rosario Villajos, más que el premio a la novela, creo que la novela le ha hecho un favor al premio, devolviéndole un título del calado de su primera época, cuando lo ganaban autores como Mario Vargas Llosa, Juan Marsé y Carlos Fuentes, por ejemplo. Las obras anteriores de Rosario Villajos destacaban por la acidez de su estilo, por su gracia de color tirando a oscuro, su habilidad en el retrato satírico de costumbres, su trasfondo social y feminista y por el fuerte carácter de su prosa. Tanto Ramona (2019) como La muela (2021), eran libros de tono, en general, desenfadado y hasta humorístico, en los que las situaciones se narraban con una sonrisa sardónica. Esa era, hasta ahora, la marca propia de la autora. Tomadas en conjunto ―incluyendo el cómic Face (2017)―, ahora vemos que su letra se ha ido endureciendo con cada entrega, a la vez que ganando en hondura.

Tanto Ramona como Rebeca, sus anteriores protagonistas, a pesar de lo bien retratadas que estaban, resultan casi caricaturas al lado de Catalina, la superviviente ―por así decirlo― de La educación física. Aquí nos adentramos en las profundidades de la psique de una adolescente que lo pasa francamente mal. Como lectores, sentiremos su rabia contenida, la constricción y subterfugios por los que necesariamente se desenvuelve su vida, una vida encajonada y dependiente de una madre mentirosa, castrante y sobreprotectora, un padre autoritario, tacaño y obsoleto, dentro de una familia disfuncional y machista, en una ciudad pequeña de los noventa, en una España hortera y zacatera, de reality shows y caspa en la pantalla. Como lectores, encontraremos en negro sobre blanco numerosas situaciones traumáticas en las que en demasiadas ocasiones nos reconoceremos.

En una charla a la que tuve ocasión de asistir, debatían la autora y el escritor Munir Hachemi sobre el carácter pasivo de Catalina, en el sentido de que más que actuar, Catalina reaccionaba a lo que le sucedía. No estoy del todo de acuerdo, primero porque cada reacción de Catalina determinantes para la trama―, por instintiva que sea, es el acto de una individualidad intransferible y, segundo, sobre todo, porque la acción principal de la novela, en mi opinión, no transcurre tanto en el plano físico ―que también― como en su correlato subjetivo, es decir, en el flujo de conciencia de Catalina. Hay que tener presente que el aspecto decisivo de cualquier texto literario es su punto de vista, y en el caso de La educación física ese punto de vista es el de Catalina, con puntuales reflejos a través de sus diálogos y con la ambigüedad añadida de una voz narradora que tiende a confundirse con ella. Y si lo determinante, insisto, es ese magistral ejercicio de focalización que plasma sobre el papel la vivencia interior de Catalina, cómo el mundo se ve a través de los ojos de una adolescente acomplejada, neurótica e introvertida de los noventa, de una adolescente en permanente estado de estrés postraumático ―y con buenas razones, conscientes o inconscientes, para estarlo―, lo más valioso de esa mirada interior sería valga la redundancia su pensamiento, ese último reducto de libertad, intimidad y rebeldía que le queda a Catalina. 

Su voz ensimismada traducida por la voz narradora que se superpone a ella señala una y otra vez, desde el dolor y la frustración, la hipocresía y dobleces de una sociedad que se confirma especialmente amenazante para cuerpos como el suyo, los cuerpos de unas mujeres que, paradójicamente, con frecuencia funcionan como correa de transmisión reproductora de esos mismos valores o habitus sociales que las co-hartan y aprisionan. La mirada de Catalina no deja títere con cabeza, empezando por su propia familia, sus amistades, las vecinas, los profesores, la tele, los demás y, por supuesto, ella misma.

De alguna manera, la novela reproduce varias características de los géneros modernos que Carlos Pardo ha asociado con cierta tradición cínica, entre otras, un posicionamiento feminista, la corporeización del pensamiento ―o de la escritura, visceral y sudorosa―, la oposición de lo físico a la doxa (la ropa aparece en repetidas ocasiones como símbolo material de esas convenciones sociales que todo el mundo lleva aunque nadie esté cómodo con ellas), la mezcla de lo humorístico y lo serio ―en este caso, el humor es bilioso―, una especie de empatía animal, la verdad como tortazo (unos cuantos se lleva, literal y metafóricamente, Catalina), o el hecho de dar voz a un punto de vista exótico, foráneo o marginal y, sin embargo o precisamente por eso―, señalar problemáticas que afectan al conjunto normativo, al conjunto social que sí ha asumido esa normatividad.

Es posible que Catalina no sea ―como ella misma dice― igual que las demás, pero ¿qué es la normalidad? Sus desventuras y ardides serán reconocidas, en mayor o menor grado, por todos los lectores. La crudeza de sus disforias es la pureza de la mirada infantil, antes de ser domesticada. La doxa, lo normal, es justo lo que este libro corrosivo perfora. El retrato interior de Catalina no es solo valioso desde el punto de vista figurativo, sino igualmente y con más motivo, porque sigue percutiendo en el presente.

En fin, habría tanto que decir de la novela de Rosario que necesitaría un artículo académico entero, como mínimo, sólo para abrir el melón. Tardaría un año en escribirlo y aun así me dejaría cosas en el tintero. En todo caso, apuesto a que esta novela pasará a la historiografía como una de las más destacadas de la década. Después de La educación física, no me imagino qué otra cosa puede escribir Rosario para superarse, pero tampoco me extrañaría que nos volviera a sorprender.