LA PARED DEL CARACOL
Ana Isabel Alvea
Ayuntamiento de Lodosa, 2020.
A veces nos enfrentamos con dificultades que nos causan frustración, desesperanza y enojo. Una y otra vez, chocamos contra el mismo muro sin ser capaces de romperlo, sortearlo o alejarnos de él. Ante esta situación, como en las fábulas griegas, Ana Isabel Alvea se mira en el espejo de un pequeño animal: el caracol. En el poema que da título al libro, la pared son las adversidades; el caracol, la figura ejemplar; y la paciencia, la virtud a emular. Y efectivamente, tal y como enuncia el título, a lo largo de las páginas comprobamos que el foco está mirando a la pared: una constante crítica, tanto social como vital, ante los sinsabores de la vida. Esta mirada, en ocasiones parece haber tirado la toalla: “¿Acaso cuando nos ilusionamos/ no estamos regando/ una estepa reseca?”; mientras que en otras conserva una especie de optimismo, una insistencia cargada de paciencia ―o de tenacidad―, en la que el deseo (de mejora) se vuelve ese horizonte utópico que tal vez no alcancemos nunca pero que nos sirve para avanzar: “Todos esos sueños que no terminan de cumplirse/ a los que buscamos sin descanso aproximarnos”.
Los poemas en
verso libre de Ana Isabel Alvea se parecen a un cuadro en cuya perspectiva has
de profundizar para apreciar los detalles. La riqueza de su vocabulario, por
ejemplo, perpetúa un lenguaje en peligro de extinción: estiaje, urdimbre,
vitrales, alfeizar, mendaces, artesa, rezago, yunta… palabras expulsadas de
la poesía, recogidas del baúl de un idioma que se acaba, como se acaban los
modos de vida asociados a ellas, modos de vida en contacto con la tierra, las
raíces… y, por cierto, también con ese sufrimiento tan presente en la lírica
andaluza, que encontramos aquí expresado de otra manera: un reproche “ante el
creciente humo de las fábricas”; una crítica ―o una queja― en la que la
industrialización y el avance de la historia homogeneizadora más parece un signo
de opresión que de progreso. Su respuesta es la rebeldía.
LA BANALIDAD DEL MAL
Hubo muchos
hombres como él…
fueron, y siguen
siendo,
terroríficamente normales.
Hannah Arent
Una casa
inquisitorial presidida
por su escudo de
calavera y siglos de mugre
se levanta
en cada uno de nosotros.
Y condenamos a
Copérnico a Galileo
quemamos a Miguel Servet
encarcelamos a
Oscar Wilde
marginamos a la
mujer
exterminamos a los
judíos a los gitanos
expulsamos al
extranjero al diferente
No dejemos que una
siniestra obediencia
ante el zumbido de
los insectos
abra su puerta.
ADIESTRAMIENTO
Hacer todo lo que
nos indican
como una línea recta
paralela a todas
las demás
SIN TACHONES
entre centros
comerciales
polígonos
industriales
y pantallas planas de televisión
La amargura
presente en la mayoría de estos poemas contrasta con el ímpetu contestario de
otros y, al mismo tiempo, con la finura y el tacto con el que están dispuestos los
versos. Tratándose del cuarto libro de la autora, con el que obtuvo el Premio
del XXXV Certamen Poético “Ángel Martínez Baigorri” en el 2020, es de esperar
que no sea el último, pues se trata de una poeta a la que, a buen seguro, le
queda todavía mucho que decir.