blog de Jorge Díaz Martínez

martes, 15 de febrero de 2022

La pared del caracol, de Ana Isabel Alvea




LA PARED DEL CARACOL
Ana Isabel Alvea
Ayuntamiento de Lodosa, 2020.

A veces nos enfrentamos con dificultades que nos causan frustración, desesperanza y enojo. Una y otra vez, chocamos contra el mismo muro sin ser capaces de romperlo, sortearlo o alejarnos de él. Ante esta situación, como en las fábulas griegas, Ana Isabel Alvea se mira en el espejo de un pequeño animal: el caracol. En el poema que da título al libro, la pared son las adversidades; el caracol, la figura ejemplar; y la paciencia, la virtud a emular. Y efectivamente, tal y como enuncia el título, a lo largo de las páginas comprobamos que el foco está mirando a la pared: una constante crítica, tanto social como vital, ante los sinsabores de la vida. Esta mirada, en ocasiones parece haber tirado la toalla: “¿Acaso cuando nos ilusionamos/ no estamos regando/ una estepa reseca?”; mientras que en otras conserva una especie de optimismo, una insistencia cargada de paciencia ―o de tenacidad―, en la que el deseo (de mejora) se vuelve ese horizonte utópico que tal vez no alcancemos nunca pero que nos sirve para avanzar: “Todos esos sueños que no terminan de cumplirse/ a los que buscamos sin descanso aproximarnos”.

Los poemas en verso libre de Ana Isabel Alvea se parecen a un cuadro en cuya perspectiva has de profundizar para apreciar los detalles. La riqueza de su vocabulario, por ejemplo, perpetúa un lenguaje en peligro de extinción: estiaje, urdimbre, vitrales, alfeizar, mendaces, artesa, rezago, yunta… palabras expulsadas de la poesía, recogidas del baúl de un idioma que se acaba, como se acaban los modos de vida asociados a ellas, modos de vida en contacto con la tierra, las raíces… y, por cierto, también con ese sufrimiento tan presente en la lírica andaluza, que encontramos aquí expresado de otra manera: un reproche “ante el creciente humo de las fábricas”; una crítica ―o una queja― en la que la industrialización y el avance de la historia homogeneizadora más parece un signo de opresión que de progreso. Su respuesta es la rebeldía.

 

LA BANALIDAD DEL MAL

Hubo muchos hombres como él…

fueron, y siguen siendo,

terroríficamente normales. 

Hannah Arent

 

Una casa inquisitorial presidida

por su escudo de calavera y siglos de mugre

se levanta

                        en cada uno de nosotros.

 

Y condenamos a Copérnico a Galileo

            quemamos a Miguel Servet

encarcelamos a Oscar Wilde

marginamos a la mujer

exterminamos a los judíos     a los gitanos

expulsamos al extranjero       al diferente

 

No dejemos que una siniestra obediencia

ante el zumbido de los insectos

abra su puerta.

 

 

ADIESTRAMIENTO

 

Hacer todo lo que nos indican

como una línea recta

paralela a todas las demás

 

SIN TACHONES

 

entre centros comerciales

polígonos industriales

y pantallas planas de televisión


La amargura presente en la mayoría de estos poemas contrasta con el ímpetu contestario de otros y, al mismo tiempo, con la finura y el tacto con el que están dispuestos los versos. Tratándose del cuarto libro de la autora, con el que obtuvo el Premio del XXXV Certamen Poético “Ángel Martínez Baigorri” en el 2020, es de esperar que no sea el último, pues se trata de una poeta a la que, a buen seguro, le queda todavía mucho que decir.