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- Hypocrite lecteur, - mon semblable, - mon frère! C.B. |
REFLEJOS CULTURALES
El problema en mí se agrava porque soy todo menos
espontáneo: existe un hiato intelectual que percibo demasiado bien entre quien
me siento siendo y el que me siento ser y comportarse. Éste es un simulacro tan
calculado y deliberado del otro, una imitación falsa de tanta falsedad que el
original acaba por resultarme también sospechoso.
J. Gil de Biedma, Diarios 1956
Las ideas estéticas, es decir, la historia de las formas artísticas, son
uno de los medios de modelización de la sociedad. La manera en que actúan no es
simple, directa o unívoca, pues parece que influyeran sobre una dimensión
distinta a la ideología, y por ello suelen considerarse una cuestión más propia
del gusto y la sensibilidad que de la ética, la política o la moral. Y, sin
embargo, están necesariamente relacionadas (el término sensibilidad se aplica
muchas veces a cuestiones de ética o de sentido común). Esto le lleva a
Schumann a afirmar que las leyes del arte son las mismas que las de la moral
-me imagino que pretendía contradecir a Kant.
A veces, aprender otro idioma me parece tan superficial como la propia
cultura, y al mismo tiempo sé de su importancia. Pero la complejidad
confluyente de los distintos conjuntos de valores se nos ofrece siempre
tamizada por el filtro de la propia moral.
Me doy cuenta de que no estoy preparado para llevar a cabo un estudio
intelectual que me satisfaga, simplemente porque mi ser no participa, no he
mantenido una continuidad, ni un índice de ideas. Al contrario, las ideas me
han llevado a vivir de espaldas a las ideas, desatender la coherencia del
discurso, y sería incapaz de defender con suficiente razón una postura
paradigmática. No poseo esa claridad generalista.
Sin embargo, tengo visiones del mundo y de la vida, un cierto entendimiento
o actitud, una especie de gesto… que se ha convertido en una ligereza,
intuitiva e interior. Diría casi superficial.
Cada vez que uno habla, para que su discurso estuviera fundamentado harían
falta tantas explicaciones retrospectivas que no acabaríamos nunca. A un solo
artículo habría de antecederlo una enciclopedia. La cultura se sustenta en
olvidos. Se parece a un acuerdo de mínimos comunicativos. Qué entendemos por
cada palabra que decimos, que visión de la vida se oculta tras de ella, y una
crítica y una argumentación a esa visión. Es infinito. Y ridículo.
Pero la sociedad necesita de cultura. Yo mismo no puedo desasirme de ella.
Forma mi identidad, aunque no sólo sea eso, a niveles espirituales, supongo. Y
si he de realizar un trabajo intelectual, no soy ya capaz de hacerlo sin
educarme antes, lo cual no es muy productivo. Llevaba toda la vida en ello y
olvidándolo. Esa fatiga de olvidos contribuye a mi desánimo.
La única posibilidad de desarrollar una labor intelectual seria sería la de
entenderme a mí mismo como cultura, y esa es mi resistencia insostenible: las
ininterrumpidas contradicciones de vida que actualmente no alcanzo a resolver.
Asumir que la vida y la cultura se encuentran imbricadas obliga a tomar
partido, obliga a comprometerse con una forma de ser, y ahí me pierdo, porque
es más fácil vivir por sentimiento que tratar de explicarlo, y porque empeñarse
en explicarlo nos aboca a infinitos e infinitesimales discursos contrapuestos.
Parece el pensamiento un freno a cada impulso, y no es sino otro impulso
más, el propio pensamiento.