blog de Jorge Díaz Martínez

viernes, 29 de julio de 2022

Feria, de Ana Iris Simón


La novela de la discordia: Feria, de Ana Iris Simón, me ha resultado menos una novela y más unas memorias familiares que a veces se hacen un poco bola. Las anécdotas y episodios que las componen a menudo parece que estuvieran ahí solo para sostener la hilazón o el andamiaje de la abundante crítica celtibérica que contienen –que vaya si derramó tinta a raudales–, sin embargo, la verdad es que si estas páginas rebosan de recuerdos manchegos lo hacen también porque rebosan de un gran amor por su tierra y por sus gentes. Más que en su aspecto narrativo, su mérito reside en su capacidad –sobradamente demostrada– de levantar urticaria a través de las opiniones puestas en boca de los personajes y, sobre todo, de la narradora, y que atañen a los modelos de familia, masculinidad, feminismo, progreso y patria/nación, por ejemplo. A este respecto, Feria acierta a reflejar (y al hacerlo cumple su papel) una fricción generacional, una incomodidad que, como constante histórica, viene dada por el roce o la resistencia entre los modos de ser tradicionales y los que han venido luego, es decir, por la dificultad de integrar en sociedad unos cambios demasiado acelerados en la forma de entender lo que somos. Los puntos de vista críticos de Ana Iris Simón pueden resultar más o menos afortunados, pero sin duda subrayan ese malestar palpable en la cultura. Su crítica, por otra parte, no nos llega a través de sesudos argumentos académicos, sino encarnada en unos personajes calcados de sus dobles de carne y hueso. Y eso –entre otras cosas– es la literatura. Total que, al final, se nos ha quedado una buena novela.

sábado, 23 de julio de 2022

Panza de burro, de Andrea Abreu


 

Aunque me resulte un poco tonto insistir en lo que ya todo el mundo conoce, vengo a transmitir mi entusiasmo tras leer Panza de burro, de Andrea Abreu. No sabía que la autora había sido seleccionada como una de las mejores narradoras en lengua hispana, porque no me fijo en esas cosas, pero no me extraña nada. La estuve leyendo anoche hasta que se me hizo de día y resulta que solo me quedaba un capítulo (en Kindle), que acabo de terminar, con la calor (sin ánimo de hacer spoiler, fue un parón oportuno). Hay novelas que te quitan las ganas de leer y novelas que te reconcilian con la literatura, Panza de burro es del segundo tipo. La he leído con fruición. Me ha encantado la plasticidad de su lenguaje, que me ha recordado a José Lezama Lima y a Juan Rulfo. El contenido sexual no resulta, como sí pasa en otras obras, puesto ahí para enganchar la morbosidad del lector, sino integrado con naturalidad en una emoción intensa, como todo en estas páginas. El estilo, en mi opinión, entra directamente en la categoría de prosa poética, y no solo por plasmar literariamente ese idiolecto lírico, expresionista, ese habla telúrica desde la que nos llega la conciencia infantil de la narradora, en la que la ingenuidad se mezcla con lo cruento, lo escatológico, el retrato pictórico de unas personas mayores que son las principales convivientes de las dos amigas protagonistas en plena transición hacia la pubertad; decía que no sólo por eso –pues no hay nada más aburrido que una transcripción fonética, y no es eso– sino un poco por todo, por la lograda elaboración de unos textos que funcionan como auténticos poemas en un lenguaje inédito –que no me atrevo a desbrozar aquí, pero que toca la fibra del lector– y que funcionan, en definitiva, como lo que son, como una novela. Una obra maestra.