blog de Jorge Díaz Martínez

viernes, 29 de julio de 2022

Feria, de Ana Iris Simón


La novela de la discordia: Feria, de Ana Iris Simón, me ha resultado menos una novela y más unas memorias familiares que a veces se hacen un poco bola. Las anécdotas y episodios que las componen a menudo parece que estuvieran ahí solo para sostener la hilazón o el andamiaje de la abundante crítica celtibérica que contienen –que vaya si derramó tinta a raudales–, sin embargo, la verdad es que si estas páginas rebosan de recuerdos manchegos lo hacen también porque rebosan de un gran amor por su tierra y por sus gentes. Más que en su aspecto narrativo, su mérito reside en su capacidad –sobradamente demostrada– de levantar urticaria a través de las opiniones puestas en boca de los personajes y, sobre todo, de la narradora, y que atañen a los modelos de familia, masculinidad, feminismo, progreso y patria/nación, por ejemplo. A este respecto, Feria acierta a reflejar (y al hacerlo cumple su papel) una fricción generacional, una incomodidad que, como constante histórica, viene dada por el roce o la resistencia entre los modos de ser tradicionales y los que han venido luego, es decir, por la dificultad de integrar en sociedad unos cambios demasiado acelerados en la forma de entender lo que somos. Los puntos de vista críticos de Ana Iris Simón pueden resultar más o menos afortunados, pero sin duda subrayan ese malestar palpable en la cultura. Su crítica, por otra parte, no nos llega a través de sesudos argumentos académicos, sino encarnada en unos personajes calcados de sus dobles de carne y hueso. Y eso –entre otras cosas– es la literatura. Total que, al final, se nos ha quedado una buena novela.