Okaeri
Eduardo Chivite
Editorial Cántico, 2021.
La prisa por publicar, tan característica de los malos ―y también de algunos buenos― poetas, no hizo mella en la paciencia de Eduardo Chivite, quien ha esperado algo más de un cuarto de siglo (si contamos desde sus dieciocho, por ejemplo) para dar a la imprenta Okaeri (Ed. Cántico, 2021), su primer libro de poesía. Hasta ahora, solo había ejercido como antólogo, promotor cultural, investigador filológico, profesor de dramaturgia y productor teatral, entre otras cosas. De su labor como crítico, destacaría sus antologías La sátira contra la mala poesía (Berenice, 2008) y Terreno fértil. Un ámbito poético (Cangrejo Pistolero, 2010).
Antes de todo eso, cuando todavía éramos estudiantes en la FFL de la UCO (un edificio barroco con palmeras y fantasmas en la judería de Córdoba) yo le había «publicado» (por así decirlo: era un pliego ilustrado por mi hermano, fotocopias en unas cartulinas con un número de depósito legal) Enversos en camisones húmedos (1998), la historia de un amor lésbico esbozada en cinco poemas en prosa. Una década después, su primer libro, Sharaija murió con trece años (La Bella Varsovia, 2008), incluía también cinco poemas en prosa + cinco microrrelatos + una obra de teatro ―que se ha representado varias veces, en distintos escenarios―. Sin embargo, como decía, Okaeri es su primer libro íntegramente de poesía; de poemas en prosa.
Si destaco este rasgo de la poética de Eduardo Chivite es porque me parece indicativo de su deseo de alejarse de las convenciones del género; tal vez su conocimiento experto de la mala poesía le haga huir de sus rancias retóricas. Así que, en vez de en una estructura estrófica anclada en la tradición, Eduardo Chivite busca la fibra (del texto) en el texto, ensamblando fragmentos de intensidad, detalles que suceden en un tiempo imperfecto y que construyen esa mirada onírica tan propia del autor, cargada de lecturas de la infancia, referencias bibliófilas y ficciones soñadas. Eduardo Chivite escribe en prosa porque encuentra en ella la poesía, es decir, al revés de los que confunden la poesía con la tecla del intro.
Okaeri es como una
narración deshilvanada, compuesta de retales de relatos, el sedimento fértil de
una profunda cuenca bibliográfica. Sus pinceladas ligeras como una referencia
impresionista son pistas que conducen a un laberinto borgiano. Es un libro ilustrado,
doblemente ilustrado. Y el título, no hace falta explicarlo.