blog de Jorge Díaz Martínez

viernes, 5 de agosto de 2022

Canto yo y la montaña baila. Irene Solà

He leído Canto yo y la montaña baila en castellano y pienso hacerlo también en catalán: Canto jo i la montanya balla, a ratitos, por placer y para refrescar mi familiaridad con un idioma que tengo demasiado abandonado. Los premios que se ha llevado esta novela, sin duda los merece. Las voces femeninas ―y, en general, casi todas las voces de este libro―, me han recordado a las voces, igualmente rurales, compulsivas y poéticas, de los personajes de F.G. Lorca. La trama intergeneracional, etérea y esotérica, con su mezcla de amor y de tragedia, al realismo de Gabriel García Márquez. Y la focalización, no sé, a la tradición del cuento corto, siempre dado a estas sorpresas. De hecho, muchos de sus capítulos pueden leerse como magníficos relatos independientes. Pienso en Irene Solà en un autobús de Londres, los pasajeros la mirarían algunos con desprecio, otros con curiosidad y otros con indiferencia, sin saber que esas notas que garabateaba en su cuaderno se convertirían en una de las mejores novelas del S. XXI europeo. Es un libro que parece escrito en otra época, una época en la que todavía se creía en la plasticidad del idioma, en la narrativa lírica, en la exuberancia del lenguaje, en las palabras conmovedoras y en la poesía. Tiene la frescura lúdica de la gran literatura.