Buscando en el disco duro extraíble de los recuerdos, me encuentro con la presentación que leí de Los nombres de Helena, el último poemario de Rafael Antúnez, allá por la primavera de 2006 en un lugar de Granada de cuyo nombre no logro acordarme. Sí, perdón, era en la Feria del Libro, andaban por allí también los recién laureados del Premio Hiperión, David Leo García y Ben Clark, que tuvieron la amabilidad de llevarse a casi todo el público a sus respectivas presentaciones. Fue entrañable.
LOS
NOMBRES DE HELENA. RAFAEL ANTÚNEZ
Jorge Díaz.
“Qué decir cuando se busca el amor
y sin embargo se es esclavo de una boca”.
Quería empezar citando estos versos del
anterior libro de Rafael Antúnez, titulado Nada
que decir, precisamente porque a mí ahora me pasa eso, que no tengo nada
mejor que decir para presentarlo que sus propios versos, y digo esto desde una
obviedad que, entre tanta presentación, antología, firmas, feria, festivales y
fastos, suele olvidarse: Lo que importa de un poeta son sus versos. Así que,
qué decir, cualquier empeño por mi parte no sería otra cosa que un mero juego
retórico destinado a estimular las glándulas salivales de vuestro apetito
lector. Os diré, eso sí, que Rafael Antúnez ha sido incluido en varias antologías
y que ha obtenido un Accésit del Adonais. Y os voy a dar unas pistas que no
conducen a ningún sitio, si lo que se pretende es asignarle a su escritura un collar
y una correa: ésta poesía no entiende de apellidos, lo único que admite es la
compañía de unas buenas lecturas y de unas amistades peligrosas. Presentamos
hoy el tercer libro en la trayectoria de Rafael Antúnez, un libro que desde el
mismo título, Los nombres de Helena,
nos relata una inquietud, la inquietud de la pluralidad de lo singular (o al
revés), es decir, una contradicción resuelta en el mejor sentido de la sinopsis
taoísta. Explicaciones aparte, puesto que estas no alcanzan a la música, que es
lo bueno, ni al color, resta una suma de aguas desvestidas, y lo más
importante, eso que no os puedo decir, un algo escondido debajo de sus versos, pero
algo que no tiene tanto que ver con la literatura de fórmulas y preparados
listos ya, con la literatura de homenajes y tendencias, sino algo que enraíza
en las lagunas de lo nuestro y en la amplitud de unos ojos cerrados. Avisados
quedáis.
20
de mayo de 2006