blog de Jorge Díaz Martínez

domingo, 22 de enero de 2012

Qué decir cuando se busca el amor


Buscando en el disco duro extraíble de los recuerdos, me encuentro con la presentación que leí de Los nombres de Helena, el último poemario de Rafael Antúnez, allá por la primavera de 2006 en un lugar de Granada de cuyo nombre no logro acordarme. Sí, perdón, era en la Feria del Libro, andaban por allí también los recién laureados del Premio Hiperión, David Leo García y Ben Clark, que tuvieron la amabilidad de llevarse a casi todo el público a sus respectivas presentaciones. Fue entrañable.








LOS NOMBRES DE HELENA.  RAFAEL ANTÚNEZ
Jorge Díaz.



“Qué decir cuando se busca el amor
y sin embargo se es esclavo de una boca”.

Quería empezar citando estos versos del anterior libro de Rafael Antúnez, titulado Nada que decir, precisamente porque a mí ahora me pasa eso, que no tengo nada mejor que decir para presentarlo que sus propios versos, y digo esto desde una obviedad que, entre tanta presentación, antología, firmas, feria, festivales y fastos, suele olvidarse: Lo que importa de un poeta son sus versos. Así que, qué decir, cualquier empeño por mi parte no sería otra cosa que un mero juego retórico destinado a estimular las glándulas salivales de vuestro apetito lector. Os diré, eso sí, que Rafael Antúnez ha sido incluido en varias antologías y que ha obtenido un Accésit del Adonais. Y os voy a dar unas pistas que no conducen a ningún sitio, si lo que se pretende es asignarle a su escritura un collar y una correa: ésta poesía no entiende de apellidos, lo único que admite es la compañía de unas buenas lecturas y de unas amistades peligrosas. Presentamos hoy el tercer libro en la trayectoria de Rafael Antúnez, un libro que desde el mismo título, Los nombres de Helena, nos relata una inquietud, la inquietud de la pluralidad de lo singular (o al revés), es decir, una contradicción resuelta en el mejor sentido de la sinopsis taoísta. Explicaciones aparte, puesto que estas no alcanzan a la música, que es lo bueno, ni al color, resta una suma de aguas desvestidas, y lo más importante, eso que no os puedo decir, un algo escondido debajo de sus versos, pero algo que no tiene tanto que ver con la literatura de fórmulas y preparados listos ya, con la literatura de homenajes y tendencias, sino algo que enraíza en las lagunas de lo nuestro y en la amplitud de unos ojos cerrados. Avisados quedáis.

                                                       20 de mayo de 2006