blog de Jorge Díaz Martínez

sábado, 16 de julio de 2011

Prólogo

 
 
 

 
 
 
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Prólogo
   
24 de julio de 1920
   
(Vega de Zujaira)
   
   
   
   
   
   
  
  
  
  
Mi corazón está aquí,
Dios mío.
Hunde tu cetro en él, Señor.
Es un membrillo
demasiado otoñal
y está podrido.
Arranca los esqueletos
de los gavilanes líricos
que tanto, tanto lo hirieron,
y si acaso tienes pico
móndale su corteza
de Hastío.


Mas si no quieres hacerlo,
me da lo mismo,
guárdate tu cielo azul,
que es tan aburrido,
el rigodón de los astros
y tu Infinito,
que yo pediré prestado
el corazón a un amigo.
Un corazón lleno de arroyos
y pinos,
y un ruiseñor de hierro
que resista
el martillo
de los siglos.


Además, Satanás me quiere mucho,
fue compañero mío
en un examen de 
lujuria, y el pícaro
buscará a Margarita
-me lo tiene ofrecido-
Margarita morena,
sobre un fondo de viejos olivos,
con dos trenzas de noche
de Estío,
para que yo desgarre
sus muslos limpios.
Y entonces, ¡oh, Señor!,
seré tan rico
o más que tú,
porque el vacío
no puede compararse
al vino
con que Satán obsequia
a sus buenos amigos.
Licor hecho con llanto.
¡Qué más da!
Es lo mismo
que tu licor compuesto
de trinos.


Dime, Señor,
¡Dios mío!
¿Nos hundes en la sombra
del abismo?
¿Somos pájaros ciegos
sin nidos?


La luz se va apagando.
¿Y el aceite divino?
Las olas agonizan.
¿Has querido
jugar como si fuéramos
soldaditos?
Dime, Señor,
¡Dios mío!
¿No llega el dolor nuestro
a tus oídos?
¿No han hecho las blasfemias
babeles sin ladrillos
para herirte, o te gustan
los gritos?
¿Estás sordo? ¿Estás ciego?
¿O eres bizco
de espíritu
y ves el alma humana
con tonos invertidos?


¡Oh Señor soñoliento!
¡Mira mi corazón
frío
como un membrillo
demasiado otoñal
que está podrido!


Si tu luz va a llegar,
abre los ojos vivos,
pero si continúas
dormido,
ven, Satanás errante,
sangriento peregrino,
ponme la Margarita
morena en los olivos,
con las trenzas de noche
de Estío,
que yo sabré encenderle
sus ojos pensativos
con mis besos manchados
de lirios.
Y oiré una tarde ciega
mi "¡Enrique, Enrique!"
lírico,
mientras todos mis sueños
se llenan de rocío.


Aquí, Señor, te dejo
mi corazón antiguo,
voy a pedir prestado
otro nuevo a un amigo.
Corazón con arroyos
y pinos.
Corazón sin culebras
ni lirios.
Robusto, con la gracia
de un joven campesino,
que atraviesa de un salto
el río.
   
   
   
   
   
   
Federico García Lorca, Libro de poemas.