Todavía quedan algunas librerías de
viejo de verdad, me refiero a las no virtuales, en las que mancharte los dedos
de polvo y curiosear entre estanterías repletas de clásicos olvidados y
recientes best seller. En Córdoba hay
una que me encanta, muy pequeña, que suele pasar desapercibida, en la calle que
baja a la Corredera. A veces todavía me da alguna sorpresa, y no pocas
novedades las he adquirido allí, poemarios a veces con las páginas repletas de
imprecaciones insultando al autor de semejantes versos… Pero a lo que iba. Hace
poco me compré un librito de un autor que desconocía, Ernesto del Rosal. Se
titula Cuaderno literario y está
publicado en 1981, en Segovia. Tiene algunas anotaciones interesantes. Os lo
recomiendo.
Hay muchos poetas que realmente no
tienen muy claro qué es lo que tienen que decir de la poesía o de la vida,
principalmente porque tampoco terminan de aclararse respecto a qué es eso de la
realidad o incluso sobre quiénes son ellos mismos, o bien porque, en todo caso,
lo poco que entienden no les parece que sea algo publicable. Así las cosas,
estos poetas suelen tomar por dos caminos. Uno de ellos es no hablar especialmente
de nada, sino de asuntos vanales o muy consabidos y repetidos hasta la
saciedad, como, por ejemplo, el amor. Otro de los caminos consiste en no hablar
tampoco de nada en especial, pero embarrullando el lenguaje de tal forma que
parezca que se está diciendo algo muy profundo, cuando verdaderamente no se
está diciendo nada en absoluto. Y esto último lo hacen, como digo, no porque crean
que ésta sea una hermosa manera de hablar, sino porque transparentemente no
encuentran nada consistente que decir. Lo peor es que entre unos y otros, estas
especies de poetas conforman el número mayor de autores de nuestra historia.
Ernesto del Rosal
Cuaderno
literario
Salvat, 1981.