¿Puede un libro entero sostenerse, sin trama ni cartón, en la nostalgia? Se han dado casos de niños de cinco años nostálgicos. Incluso los neandertales la sentían de los viejos tiempos de la glaciación, antes de que vinieran los ‘homo sapiens’ a dar por culo con su sapiencia. A nivel individual, la nostalgia suele coincidir con la época correspondiente a los pocos años que pasan entre la propia infancia y la primera juventud, que en el caso de Francisco Umbral va de la Guerra Civil hasta los años cincuenta. Sin embargo, su nostalgia hace eco en la mía de los años ochenta, e incluso en la de los dos mil ―tanto no habrá cambiado el país. De Umbral se conoce, sobre todo, su caricatura televisiva, pero hay que leerlo: ‘Memorias de un niño de derechas’ combina la sátira social con renglones como pura poesía. Su nostalgia es un espejo en el que reconocernos, con un poco de grima y repelús, a pesar de la distancia política y tecnológica de la península post crisis inmobiliaria.
Un guiri me preguntaba qué estoy leyendo (él ya lleva veinte años en Granada, pero siempre seguirá siendo británico) y me dice: "Pobrecito, que vivió toda esa época del franquismo". Tal vez pobre, pero no pobrecito. Nadie que escriba así es un pobrecito. Su texto neorrealista es una pintura dura, un retrato cruel, pero a la vez amable y chistoso, alternativa o simultáneamente. Sus increíbles imágenes entreveradas en páginas de reflexiones sociológicas explícitas. Un narrador que se pone, a todas luces, de cachondeo, aunque habrá todavía quien no lo pille, porque no se hizo el Umbral para el hocico de Mercedes Milá.
Su retrato de época es también, como el costumbrismo romántico, el de tipos y tópicos históricos: los moros, las meretrices, las madrinas de la guerra, los pacos (él mismo es otro ‘paco’ umbral de los tejados), las enfermeras del frente, las queridas, el estraperlo, el cine americano y luego el italiano, los realquilados, la tuberculosis, las vocalistas, los niños-vestidos-de-blanco, las chicas topolino, los pederastas, el fútbol, los guateques, los opositores, los enchufados. La sensación de acabar de leerlo como quien termina una época. No está mal subrayarlo en estos tiempos.