blog de Jorge Díaz Martínez

lunes, 10 de junio de 2013

Homenaje a Pedro Ruiz Pérez, y a nosotros mismos







El pasado viernes 7 de junio se celebró un recital de homenaje a la gestión cultural realizada por los poetas vinculados al Aula de Cultura de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Córdoba entre 1992 y 2002. Fue un acto, como suele decirse, bonito y entrañable. Y creo que lo fue de verdad. Uno de los momentos más emocionantes fue la entrega de una placa de reconocimiento al profesor D. Pedro Ruiz Pérez, que durante esos años actuó como catalizador de muchas iniciativas, además de ser para la mayoría de nosotros mucho más que un simple profesor. Por lo que me toca, tuve la oportunidad de quedarme a gusto y declarar públicamente lo importantes que fueron para mí aquellos años en los que Raúl Alonso nos reunía en el Can-Can para escuchar a los poetas cordobeses de Antorcha de Paja, José Luis Amaro y Francisco Gálvez, así como a poetas traídos de cualquier rincón del país, como Antonio Orihuela, Luis Felipe Comendador, Jesús Aguado o Chantal Maillard, entre otros muchos, pero sobre todo para escucharnos a nosotros mismos. Años de aprendizaje mutuo entre aspirantes a poetas, de lecturas compartidas, cuando conocíamos personalmente a autores consagrados como Francisco Brines, Felipe Benítez Reyes o Luis García Montero, y leíamos a los de vanguardia, como Roger Wolfe, David González o Manuel Moya, que no eran todavía tan conocidos, o a los onubenses que editaba Uberto Stabile en su revista Aullido, y un inmenso etcétera inenarrable de aventuras y encuentros. Así que gracias por darme la oportunidad de agradecer. De agradecer a aquellos que oficiaron a la vez de amigos y maestros, como Eduardo Chivite, Eduardo García, Juan Antonio Bernier, Pablo García Casado, Rafael Antúnez, Juan Carlos Reche, Francisco Onieva, Daniel García Florindo, Antonio Barquero, y ya lo dejo porque de todas formas es seguro que se me olvida alguien. Y por supuesto la impagable suerte de aprender en el aula y fuera de ella con nuestros mentores Pedro Roso, Pedro Ruiz o Mª Ángeles Hermosilla, a quienes debo una parte insustituible de mi formación como escritor y, aunque parezca una exageración, también como persona. A todos ellos, y a los que se me olvidan, de corazón, muchas gracias.