El joven abrió el libro de poesía y comenzó a leer. Le pareció que el primer verso era bueno y lo subrayó, leyó el siguiente verso y también lo subrayó. Cuando terminó de leer, dejó el libro encima de la mesa y se fue. Tiempo después, un estudiante de Filosofía y Letras sacó un libro de la biblioteca y lo abrió: estaban todos los renglones subrayados, desde la primera hasta la última hoja.
(La adoración según yo)