blog de Jorge Díaz Martínez

viernes, 25 de mayo de 2012

Así fue la presentación de "La vida por delante" en Granada













Me despertó un mensaje de móvil. Era Daniel Rodríguez Moya, avisando de una entrevista a las siete para la televisión municipal. Pasé el día intentando recuperar un par de horas de sueño, pensando en lo que tenía que decir, qué preguntas me harían. Lo normal. A las siete nuestro editor no solo no había llegado a la librería Babel con los ejemplares de La vida por delante, sino que iba camino de otra, y Ana llegó a mitad de la entrevista, justo a tiempo de traer un libro para que el cámara lo filmase. Luego empezaron a llegar caras como de parientes lejanos, y eran las de esos poetas que solo habíamos visto en fotos. Yo ni siquiera reconocía a mi editor, hacía más de un año que no lo veía. Me quedé observando a ese tipo de pelo largo, sin afeitar y con tatuajes que hablaba con los libreros en el mostrador, entonces se acercó, me dio la mano y recordé la voz al otro lado del teléfono. A mí me daba pena no haber traído la cámara de fotos, que tenía sin batería. Confiaba en que alguien llevara alguna, pero lo único que vi enfocando a los intervinientes fueron móviles. El patio de butacas estaba lleno. Primero habló Martín, luego Ana, y después yo, que dejé el turno a los poetas y me quedé de pie, detrás del público, porque ya no quedaban sillas. Leyeron los siguientes, creo que por este orden: Sara Toro, Antonio Mochón, María Salvador, Rubén Martín, Guiomar Padilla, Iván Onia y Nieves Chillón. 


Por ahí estaban también Daniel Vázquez Barros y Juan Andrés García Román, que esa misma noche tenía un recital en el Loop Bar, así que allá nos fuimos y también venía Ruth Llana. Evidentemente, estábamos la mitad del público de la presentación en la lectura de Juan Andrés. Sara hizo los honores y Juan Andrés nos deleitó, como no podía ser de otra manera, con su poesía. Martín apareció con una maleta cargada de ejemplares de La vida por delante que fue repartiendo entre los poetas antologados y todo el mundo estaba encantado con la edición, que es como el libro gordo de Petete, pero de poetas, y, aunque esté feo decirlo, ha quedado mejor de lo que podía haber imaginado. Fuimos felices y comimos tapas.








El mensaje ascendente de Hrabal





Anoche terminé de leer Yo serví al rey de Inglaterra, de Bohumil Hrabal. Llegué a casa después de la presentación de La vida por delante. Antología de jóvenes poetas andaluces y del recital de Juan Andrés García Román y, entre unas cosas y otras, no podía dormir, así que cogí la novela y me apené de ver las pocas páginas que me quedaban. Yo tenía que levantarme temprano y dejé el libro, pero como de todas formas no podía dormir, volví a encender la luz de la mesita y lo abrí, y a cada página que pasaba me iba convenciendo de que esta noche acabaría con él.
Cuando empecé a leerlo me pareció un libro frívolo. Desde la primera frase supe que su estructura era otra vez la de la novela picaresca y eso me decepcionó, lo dejé y no volví a abrirlo hasta varias semanas después, en un momento de hastío, o tal vez por darle una oportunidad al regalo. Y así lo he ido leyendo, a trompicones, como todo lo que leo, o casi, pero mi impresión inicial fue sustituida por un placer ávido. 
Al principio, pensé que su técnica era la típica de la parodia: la exageración, a veces el esperpento, pero lo hacía tan bien y era tan desbordante y precipitado, todo tan sexual, que debo reconocer que no solo enganchaba sino que fascinaba y divertía. Luego pensé que esa manera de mostrar aspectos a veces ásperos de la realidad era como una especie de barniz amable que se extendía sobre la prostitución, la explotación laboral y la pobreza, de forma que quedaban exentas de su componente más sórdido... sí, tal vez haya algo de eso, pero esa mirada era capaz también, conforme avanzaba el libro, de focalizar las distintas psicologías de la evolución del personaje y de ilustrar los episodios más dementes del pasado bélico europeo, de forma que la sociedad no sólo se representaba como una parodia, sino como una parodia absurda y, a veces, como una parodia trágica.
La capacidad de un buen libro de reconciliarnos con la literatura, también con algo más, eso quería decir. Recomiendo este libro por encima de otros. Gracias, Vero.




sábado, 19 de mayo de 2012

Faula, de Begoña Callejón: un cuento infantil para adultos







He asistido hace unas horas a la presentación de Faula, un librito en prosa ilustrada de Begoña Callejón. La introducción (magnífica) ha corrido a cargo de Rubén Martín, tras lo cual Begoña ha pasado a leernos las primeras páginas del libro, tras lo cual yo me he alegrado mucho de asistir. Es un libro de verdad. ¿Qué significa esto? No sé, sucede a veces que las definiciones literarias pierden todo interés. Tal vez sí sea oportuno indicar que se trata de una obra de inspiración autobiográfica, una obra sobrecogedora, además. Si esto fuera poco, las ilustraciones de María Espejo armonizan perfectamente con la atmósfera escrita. Yo tengo mi lista de lecturas "un tanto" saturada, pero no me está importando nada dar prioridad a este cuento infantil para adultos.