EL
FENÓMENO DE LA SINALEFA EN LA MENTE DE LOS POETAS ANDALUCES
Para la mayor parte de las personas, o incluso para muchos
poetas, la métrica se parece a un martirio. Para otros, es música. Tengo la
suerte de contarme entre los segundos, aunque la verdad es que todo se debe a
la práctica. Esto no quiere decir que siempre escriba en metro, sino que he
adquirido la habilidad de interpretarlo con naturalidad. Al igual que el ritmo
de la música se interioriza, también el de los versos. Esto
posibilita que se puedan escribir “de manera espontánea” tiradas y tiradas de
versos sin errar un acento. En ese
proceso, lo que se tiene en mente es, literalmente, como una musiquilla. A continuación, comentaré los problemas que presenta, para un escritor andaluz, sobre
todo poeta, la conjunción de esa “musiquilla” con la variedad de su habla natural,
es decir, el dialecto andaluz, y los posibles inconvenientes que puede generar a
la hora de trasladar ciertos versos al papel.
Para cualquier poeta o aficionado a la literatura, en una
vida rodeada de libros y versos, es inevitable que en cualquier momento, sin proponérselo, en la cocina, en el coche, en la ducha o en el facebook, se aparezcan en mente, de manera espontánea, algunos versos. Pero, dado que la realidad sociolingüística del hablante andaluz sucede, en un grado u otro, dentro de las
peculiaridades dialectales propias del andaluz, es muy fácil que ese
discurso mental adopte en ocasiones la forma del habla andaluza, en vez de la
del castellano estándar, sobre todo cuando ese “flujo mental” surge
aleatoriamente, y no como consecuencia de la intención voluntaria de escribir unos
versos. Normalmente, ante la intención consciente de escribir unos versos, el
autor andaluz se sitúa en la variedad estándar. Pero, cuando los versos se
aparecen involuntariamente en la imaginación de tal poeta andaluz, ocurre que
las leyes de la métrica castellana se adaptan de manera automática a la dicción
andaluza, construyéndose versos perfectamente melódicos, pero que, debido a la ley
de la sinalefa, solo conservarán su cadencia cuando sean pronunciados según el acento
andaluz.
Dado que en el dialecto andaluz no se pronuncian las
consonantes finales, se generan obviamente muchas más sinalefas que en
castellano, lo que altera el cómputo silábico o, lo que es lo mismo, la musicalidad
del verso. Aunque esto me ha llamado la atención en múltiples ocasiones, ha
sido un último verso “encontrado” lo que me ha animado a poner por escrito estas
breves impresiones. El verso ha sido el siguiente:
La realidad está
llena de ventanas.
En castellano es un dodecasílabo irregular (el dodecasílabo
musical tiene cesura en medio y acentos en 5ª y 11ª) cuya musicalidad, desde el
punto de vista métrico, es bastante relativa, o cuestionable. Escuchémoslo en
andaluz: con la supresión de la “d” final de “realidad” se produce una sinalefa
que lo convierte en un endecasílabo cuya bondad puede ser, efectivamente,
también cuestionable, pues aunaría hasta tres acentos seguidos, lo cual, según
la normativa clásica, se consideraría cacofónico. Sin embargo, en este caso creo
que estos tres acentos seguidos realzarían el ímpetu y el tono de la afirmación.
La realidà está llena
de ventanas.
Me temo que a la gran mayoría de
castellano-parlantes, los cuales en un grado u otro suelen estar impregnados de
la imagen despectiva –cuanto menos, humorística- habitual hacia el habla
andaluza que existe en el resto del estado español, les sería difícil apreciar
la factura estrictamente literaria o poética que pueda llegar a adquirir este
habla en la forma, por ejemplo, de unos versos medidos. Me temo también que
incluso para los propios poetas andaluces, en muchos casos, un ejercicio tal
puede ser visto con la condescendencia propia que la “alta cultura” dirige
hacia las manifestaciones de la cultura popular -con la cual se identifican los
rasgos dialectales andaluces.[1]
Solo un individuo que tenga interiorizados ambos sistemas, el de la métrica
castellana y el del dialecto andaluz, y que además esté libre del tipo de
prejuicios sociolingüísticos con que se suele asociar la pronunciación
andaluza, podrá percibir directamente, tanto la belleza posible de unos versos
en andaluz, como el dilema normativo que plantean.
El poeta andaluz, al escribir sus versos ciñéndose a la norma del castellano estándar, renuncia de alguna manera a una parte viva de
su identidad lingüística, con la contrapartida, bien es cierto, de incorporar
su producción al conjunto de una tradición escrita bastante más extensa y antigua
–que conforma, sin duda, la práctica totalidad de su experiencia lectora en idioma “español”,
valga la redundancia-, la cual, por cierto, puede también reportar un grado
mayor de reconocimiento, es decir, un número muchísimo mayor de posibles
lectores y, en definitiva, una probabilidad considerablemente mayor de éxito. Todas
estas compensaciones parecen, en conjunto -y sumadas a la ausencia, sobre todo,
de cualquier tipo de reivindicación identitaria en el sentido político- suficiente
incentivo para hacer uso de una norma estandarizada que no puede dejar de
comportar cierto grado de artificiosidad en contraste con el habla natural de un andaluz. La situación, por
supuesto, no es exclusiva de los autores andaluces.
If we follow the biographies of
writers in the highly developed civilized countries of the Western Hemisphere,
we discover that many of them never used their real mother tongue while writing
their texts. To varying degrees many Swedish, Norwegian, Danish, German,
Italian, French, and Spanish writers spoke a different mother tongue than the
one they had to pick up at school, at a later stage, and very often they never
managed to get rid of their home pronunciation, which denotes their geographic
origins. (Even-Zohar, 2010: 133)
Incluso para un escritor salmantino existen diferentes variedades
estratificadas del idioma castellano de las que hacer uso según la
circunstancia –como pueda ser la muy específica circunstancia de la escritura
artística-. Como señala
Even-Zohar, “Thus the standard language is not identical to the spoken language
anywhere on earth.” (2010: 129) Pero también es cierto que
la literatura es el territorio donde la libertad y la experimentación pueden
dar cabida, y con frecuencia así lo procuran diversos escritores, a los
registros populares del idioma, al regionalismo, al folklore y, en definitiva,
a las variedades tanto especializadas como domésticas u orales de la lengua, el
argot, etc. Siendo esto evidente para la narrativa, debería serlo también para
la poesía. Pues bien, si observamos el caso de un poeta español cuya variedad
lingüística doméstica o materna coincida fonéticamente en alto grado con la
variedad estándar, encontramos que le será posible introducir esos registros
domésticos en su escritura –métrica o no- con bastante naturalidad. Para un
andaluz esto no sería posible. Como decíamos, cuando un poeta andaluz se
dispone a escribir un poema, simplemente cambia de registro, la mayoría de las
veces inconscientemente, adoptando la norma del español estándar. Es decir, que
“se pone a pensar en castellano”, o en el “lenguaje de los libros”, lo cual no
es nada extraño, simplemente porque esta es la lengua oficial, la lengua
normativa del sistema educativo, los medios de comunicación y la literatura, y añadiendo
el hecho de que un escritor puede pasar más horas al día “escuchando a los
libros” –es decir, leyendo- que a personas físicas (súmese a todo ello que no
exista un sistema de escritura reconocido para las variedades dialectales
andaluzas). Pero a pesar de todo lo anterior, resulta una obviedad decir que la
línea de pensamiento de cualquier andaluz -aunque sea un literato como Juan
Ramón Jiménez- se situará en ocasiones en la forma propia del idioma materno, y
es entonces cuando pueden aparecer por sorpresa esos endecasílabos “andaluces”…
y cuando inmediatamente el “autor” procede a repetírselos, o a imaginar como
quedarían por escrito, descubre la imposibilidad, la incompatibilidad de ambos
sistemas, el castellano y el andaluz, en lo tocante a unidades métricas. Ante
esta situación, en muchas ocasiones el esforzado poeta buscará adaptar la idea
original al sistema castellano, conservando en lo posible la cadencia primera.
Por ejemplo:
La realidad está
automatizada.
La realidad está llena
de sábanas.
La realidad está
llena de tartas.
Etc.
En lo tocante a los ejemplos anteriores, parece que el
intento ha sido en vano. En cualquier caso, conservar a la vez la medida, la
cadencia, la belleza y el sentido original, parece tan difícil como en
cualquier otra obra de traducción literaria.
BIBLIOGRAFÍA:
EVEN-ZOHAR,
Itamar (2010) Papers in Culture Research,
Universidad de Tel Aviv.
[1] En otros contextos
nacionales, la consideración hacia las variantes regionales puede ser muy
diferente: “In certain countries where there exists a peaceful harmony among
language varieties, having one's own pronunciation, even not speak-ing one's
own dialect, even speaking standard, is a matter of either indifference or
pride. A member of Parliament in Norway who does not speak with a dialect
pronunciation is considered to be a phony of sorts. But there is no pride in
having a dialect pronunciation in Brit-ain. One is not supposed to use a
Yorkshire pronunciation when speaking in Parliament, let alone Scottish, which
is beyond the border of proper English. And, in Paris, one is really not
supposed to use the Occitan or the Provençal southern French pronunciation.”
(Even-Zohar, 2010: 133)