blog de Jorge Díaz Martínez

domingo, 23 de octubre de 2011

Anotaciones sobre la lectura de "Hacerse el muerto", de Andrés Neuman, en Culturamas










http://www.culturamas.es/blog/2011/10/23/anotaciones-sobre-la-lectura-de-hacerse-el-muerto-de-andres-neuman/





Me eché las manos a la mente y escuché un insulto en mi cabeza. Volví al último renglón. No había nada.


Ciertos fragmentos comportan un especial valor, no porque sean extractos de un diario, sino porque el autor de ese diario sabe ofrecernos de él sólo unos pocos diamantes, afilados con verdadera humanidad.


Como una poética dramática, el don de la autointerpretación, “simplemente” capaz de emocionar.


Durante la presentación de la obra, a la que tuve el gusto de asistir, el autor reveló su propósito de superar la orientación hacia un cierre inesperado o deslumbrante, pero lo cierto es que, si bien su acometida es a veces suave como la de una ola rasa acercándose a la orilla, muchos de sus telones son también desbordantes, porque su punto final es falso y su suspense continúa en el lector como una onda expansiva.


Sería absurdo ponerse a detallar la diversidad de estrategias narrativas que vertebran estos cuentos: cabos sueltos a posta, como imitando los cabos que también permanecen sin resolver en la vida, ya que, por regla general, no contamos con un narrador omnisciente que nos dilucide las incógnitas. O si lo poseemos, no parece que hable nuestro idioma.


No pasa nada y da la impresión de que esté todo ahí. Con meritoria puntería, la descripción de una escena intrascendente acierta en los detalles que logran sugerir lo no dicho y encender la tensión sobre ese vacío idílico y primero, ese cero de Propp que es a la vez la madre de todas las historias, los últimos compases antes de la tormenta.


No reír mentalmente, no: reír. Desvergonzado y sabio, este humor solo puede venderlo un pescador.


Ya lo decían los gnósticos: como es arriba es abajo y lo que está fuera está dentro. Penetración psicológica y paradoja social.


Sobre la reivindicación, a que tantos se allegan, del cuento como género noble, más aún que como antólogo, la mejor demostración de Neuman ha sido –ya, más lo que venga- en el terreno de la propia creación.


Sin ser, como es obvio, literatura social, sí que se respira un aire de sorna general, cierto carácter propio de la prosa de Neuman, una ojeada nada complaciente sobre nuestras costumbres, convenciones, neurosis y manías que nos roza el ridículo, sin menoscabo de la absoluta seriedad y dramatismo con que también nos viste en ocasiones, a veces simultáneamente con lo anterior, de manera que se obtiene un efecto muy cercano a lo real.


Se incluye una fantasía de ciencia ficción.


Irrespetuoso desinterés por el desenlace. Se deja en evidencia su prescindibilidad respecto a la construcción previa del interés.